Lorraine Hansberry(1930-1965) fue la primera autora afroamericana con una obra representada en Broadway: A Raisin in the Sun (1959). Según he comprobado, solo está traducida al español como parte de una tesis doctoral. Hay una adaptación al cine protagonizada por Sydney Poitier que en España se titulóUn lunar en el sol.
Cada diálogo de A Raisin in the Sun es una apasionada denuncia -directa o implícita- de la segregación y la opresión. Una familia afroamericana de Chicago amanece con dinero y compra una casa en un barrio de población blanca. Sus futuros vecinos les ofrecen recomprar la casa para evitar que se muden. Ellos se niegan, aun sabiendo que su futuro va a ser turbulento; es la única forma de progresar.
RUTH: ¿Alguien me puede decir lo que significa asimilación? GEORGE: Oh, es la forma que tienen en la universidad de llamar a la gente «Tío Tom». Pero no significa eso en absoluto. RUTH: Entonces, ¿qué significa? BENEATHA: Significa que alguien está dispuesto a renunciar a su propia cultura y a sumergirse completamente en la dominante, que es la cultura opresora
En la nueva casa, Claudia («Mama») tendrá un jardín para sus plantas. Ya no habrá que mover la maceta en busca del rayo de sol, como en el viejo apartamento. Esa maceta simboliza todo lo que Claudia quiere para su familia.
MAMA Calla, No hables de las personas a sus espaldas. RUTH: Tú lo haces. MAMA: Yo soy vieja y corrupta.
Publicada el noviembre 21, 2011 por
Rosana Ferreres
Chicago no quiere turismo descerebrado ni fetichistas del hampa. Para seguir el rastro de Al Capone habrá que acudir a los libros, porque no hay un solo cartel que recuerde los años más violentos de la ciudad.
La Windy City, levantada con tan buen gusto tras el incendio que la arrasó en 1871, recibe con los brazos abiertos a los amantes del arte y la arquitectura. Todas las guías remiten a la Chicago Architecture Foundation y al impresionante Art Institute of Chicago, que alberga iconos como American Gothic, de Grant Wood, Nighthawks, de Edward Hopper, o La Grande Jatte, de Seurat, por citar solo algunas de las obras más conocidas.
American Gothic, de Grant WoodNighthawks, de Edward HopperLa Grande Jatte, de Georges Seurat
Si Nueva York es grasienta y destartalada, Chicago es pulcra y ordenada. También es fotogénica y peliculera, pero tiene un encanto más elitista. De los días en la ciudad del viento atesoro un par de estampas irrepetibles: la dorada luz del atardecer (y del amanecer, aunque había que ponerse en pie a las 5 a.m. para verlo) sobre los rascacielos con el lago Michigan al fondo o las vistas del Loop desde el tren elevado que atraviesa el río Chicago.
El Millennium Park está entre los grandes reclamos turísticos de la ciudad, pese a ser demasiado nuevo para mi gusto de nostalgic freak, y ofrece las mejores vistas del skyline, tanto directas como indirectas en los reflejos de esa habichuela gigante plateada que es The Bean. Para contemplar Chicago desde las alturas están las torres Hancock y Willis (antes Sears). Subí a la segunda y estuve arriba unos 30 segundos antes de bajar despavorida cuando sentí que todo se movía a mi alrededor. Los valientes pueden lucirse en el piso 130 colocándose sobre una plataforma transparente que sobresale de uno de los laterales.
Pero vamos a lo importante: la comida. Es típica de Chicago la stuffed pizza, de unos cuatro dedos de grosor. Con una porción de tamaño estándar puedes comer, cenar y lo que se tercie. Antes de empezar a comértela, las caras de abatimiento en la mesa de al lado te dan una idea de lo que te espera. Te quita las ganas de pizza por una buena temporada, doy fe. En general, cuando te sirven la comida en un restaurante te inclinas hacia delante, ansioso por empezar. El gesto común al ver la Chicago pizza es echarse hacia atrás para coger fuerzas.
En la misma línea está el suculento pastel helado Muddy Bottom de Hugo’s, restaurante hermano del emblemático steakhouse Gibson’s, con el que comparte cocina. Como mi cámara no lo captó bien, dejo una foto encontrada en Flickr que da una idea de su magnitud. El cuchillo clavado avisa de que vas a morir. Imposible comerse siquiera la mitad entre cuatro personas. Una delicia brutal.
Sorprendentemente, los vecinos de Chicago se mantienen en forma. Dando un paseo el sábado por la mañana hacia la playa Ohio comprobé el entusiasmo con el que hordas de ciudadanos se entregan al jogging y a la natación en el lago Michigan al lado de un batallón de marines haciendo lo propio.
Y así termina el relato de mi roadtrip por seis estados norteamericanos: Nueva York, New Jersey, Pensilvania, Cleveland, Indiana e Illinois.