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Etiqueta: Etna

Catania, animación bajo el Etna

Poco que decir sobre Catania, porque llegué atravesando un atasco monumental tras visitar el Etna y Taormina y la disposición no era la mejor.

Me recordó a la Puerta del Sol, por la cantidad de manteros y por tener uno de los pocos centros históricos cien por cien peatonales de Sicilia.

Lo más llamativo era la piedra volcánica de los principales monumentos y por supuesto la visión del Etna allá arriba.

Agrigento, 23 de abril de 2011

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Estragos del Etna

A los pies del Etna, en la ladera norte, se extiende Randazzo con sus tres chiasas y sus edificios de oscura piedra volcánica. Nada invita a que te detengas mientras la cruzas pensando en qué se le ha perdido aquí a esta gente. Siglos y siglos intacta bajo el volcán han de tener una explicación.

Al dejar esta localidad y atravesar los huertos, a tu izquierda no paras de ver señales que conducen al Monte Etna. Esta, que conste, no es la ladera turística. Si sigues las indicaciones hacia la antigua estación de esquí de Piano Provenzana sabrás por qué.

La estación quedó arrasada por una lengua de lava en 2002. Ascendiendo por la carretera entre espesos bosques no ves nada anormal hasta que una estampa apocalíptica te obliga a parar en seco tras una empinada curva. Ya no ves árboles, solo troncos y ramas muertos, blanquecinos, tumbados, arrastrados y arrojados sobre una masa desordenada de piedras negras escupidas por el volcán. Levantas la vista hacia el monte y le dices «esto es cosa tuya, ¿no?». Parece una descomunal escombrera que se haya ido desprendiendo de la cima. Es fácil distinguir el camino que siguió la lava, engullendo las instalaciones de Piano Provenzano, ahora sustituidas por casetas prefabricadas de madera. A 11 grados, grupos de montañeros inician aquí su ascenso a pie hacia el cráter. La próxima vez me apunto, a menos que ver el volcán bufando me eche para atrás.

Porque una se sugestiona allá arriba. Aquello está vivo. Si ya me pasó en el Teide, que está tranquilo, ¿no me iba a inquietar el Etna? Y eso que las nubes tapaban la humareda, que sí divisé un par de horas después camino a Catania.

Siracusa, 21 de abril de 2011

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Todos los caminos conducen al Monte Etna

Se podía llegar al Etna desde Patti por la autostrada, pero Alfredo, el dueño de Villa Rica, me aconsejó avanzar por la tortuosa carretera que lleva a su azienda.

El GPS no entendía lo que pasaba. Subidas y bajadas para atravesar el Parco Nazionalle de Nabrodi, donde dicen que viven todavía caballos salvajes. No vi ni uno, solo rebaños de ovejas cortándome el paso y bueyes y vacas en algunas escarpadas fincas.

Atravesé San Cosimo, Braidi o la altísima Montalbane, con su adusto Castello de Federico II y animada por un típico mercadillo de pueblo. En todos ellos había vida en las calles; por más que las guías hablen de emigración a las ciudades, en estas localidades emcontrabas fácilmente un improvisado guía que te explicara gesticulando el camino que debías seguir, ¡siempre el más empinado! No olvidemos que en Sicilia se habla siciliano; si no lo entiendes, te lo repiten cinco veces si hace falta.

A casi 2.000 metros de altura, los montes están más pelados, ya no quedan flores y si miras hacia arriba, a la izquierda, verás unas cumbres nevadas que yo encontré cubiertas de nubes: el Monte Etna. En sus faldas vuelve la Sicilia fértil de huertos que cada día provisionan de frutas y verduras los motocarros que a modo de tiendas ambulantes se apuestan en todas las esquinas de la región siciliana.

Siracusa, madrugada del 21 de abril de 2011

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