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Etiqueta: Japón

La gran ola de Kanawaga y Una cuestión personal

La gran ola de Kanagawa, de Hokusai
La gran ola de Kanagawa, de Hokusai

Conocía La gran ola de Kanawaga (1830), pero no sabía que era un símbolo nipón de tal magnitud. En el circuito de suvenirs esta imagen es tan ubicua como las figurillas de la Torre Eiffel en París. Forma parte de la serie 36 vistas del Monte Fuji, fruto de la obsesión de Hokusai por capturar la belleza del pico más alto de Japón.

Dicho esto cierro el capítulo de posts sobre el viaje a Japón con el tercer libro que leí antes de partir y que finalicé en el vuelo Amsterdam-Tokio: Una cuestión personal (1964), de Kenzaburo Oé. Este autor fue Nobel en 1994 y estaba en la lista de lecturas pendientes desde entonces. Por supuesto el que sea Nobel ya no significa tanto en esta carrera por desmitificar todo en la que nos encontramos.

No es precisamente un libro que dé alegrías. Bird, ex alcohólico, da clases en una academia privada de preparación para el ingreso en la universidad. Su sueño es viajar a África y en esos pensamientos se halla cuando le avisan de que su mujer ha dado a luz. Su hijo sufre una hernia cerebral y este golpe de realidad le lleva a poner los pies en la tierra, encomendarse a la esperanza y la perseverancia y cambiar de plan: Siempre soñé con viajar a África y contratar un guía, de modo que solo invertiré la fantasía: yo seré el guía local para quienes visiten Japón.

Al margen de este doloroso argumento autobiográfico -Kenzaburo Oé lo escribió tras nacer su hijo con deficiencia mental-, el libro ofrece muchas notas sobre el carácter japonés:

La paternidad: Kafka le escribió a su padre que lo único que puede hacer un padre por su hijo es acogerlo con satisfacción cuando llega. Usted, en cambio, parece rechazarlo. ¿Puede excusarse el egoísmo que rechaza a otro ser, basándose en un derecho del padre?

El infortunio: Si uno se enfrenta a dos acontecimientos desconocidos al mismo tiempo, uno resultará calamitoso y otro afortunado.

La autocompasión: Cuando alguien es minado por el veneno de la autocompasión, ya no puede tomar decisiones sobre lo que le concierne.

La recompensa: Tienes razón. Es una cuestión personal. Cuando estás solo dentro de una cueva privada, al final llegas a una salida lateral que conduce a una verdad que te concierne a ti y a todo el mundo. Eso recompensa los sufrimientos padecidos.

El suicidio: El suicidio era de lo más común, algo de todos los días […] En el norte de Europa existe un animalillo similar a una rata, el lemming; a veces los lemmings se suicidan en masa. ¿No te parece que pueden existir personas como los lemmings?

El movimiento antinuclear en los sesenta: Mis días de estudiante han pasado. Ya no soy tan sensible a la situación internacional ni a la política. Sin embargo, las armas atómicas siempre me han preocupado. Nuestro grupo de estudio de lenguas eslavas participó en una campaña antinuclear. Con respecto a lo de Jruschov, no sé qué me ha pasado […] Está muy bien que ellos participen en el destino del mundo con sus concentraciones de protesta, pueden hacerlo mientras no les caiga encima un bebé con dos cabezas.

Monte Fuji con el tiempo despejado, de Hokusai
Monte Fuji con el tiempo despejado, de Hokusai

Y alguna nota costumbrista sobre Japón también en el prólogo de Justo Navarro:

Las ambulancias: En Japón los servicios de transporte de enfermos de urgencia están a cargo del cuerpo de bomberos.

El embarazo: El periodo de embarazo se considera como de diez meses.

El curso escolar: Los cursos escolares comienzan en abril, o sea que mayo es todavía la época de presentación entre estudiantes.

Los nisei: Es como denominan a los japoneses nacidos en el extranjero, hijos de padres emigrantes.

Cómo contar los años: Es habitual contabilizar los años según el tiempo de reinado de cada emperador. Por ejemplo, 1987 es el año Showa (era del emperador actual), ya que este reinado comenzó en 1925.

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La belleza tradicional japonesa: El elogio de la sombra, de Junichiro Tanizaki

El elogio de la sombra, de Junichiro Tanizaki

En Occidente, el más poderoso aliado de la belleza fue siempre la luz; en la estética tradicional japonesa lo esencial está en captar el enigma de la sombra.

El elogio de la sombra de Junichiro Tanizaki (1933) fue la segunda lectura preparatoria antes de viajar a Japón. Rechazo instintivamente los libros con títulos etéreos porque la abstracción no me hace imaginar nada, y si no imagino no me interesa y por tanto no leo. Pero este ensayo no se podía llamar mejor, porque según explica Tanizaki en Japón todo lo bello brota de la oscuridad, del mismo modo que aquí cuando se hace la luz se hace la belleza.

 Así como una piedra fosforescente, colocada en la oscuridad, emite una radiación y expuesta a plena luz pierde toda su fascinación de joya preciosa, de igual manera la belleza pierde su existencia si se le suprimen los efectos de la sombra.

En sus escasas 90 páginas hay montones de ejemplos de belleza que nace de la oscuridad. Hay que analizarlos con reservas porque se escribieron hace casi un siglo y su autor, en la cincuentena por entonces, nos pone sobre aviso: Nada nos autoriza a creer que algún viejo haya manifestado estar contento con el estado de las cosas de su época:

Pintura de Yumeji Takehisa
Pintura de Yumeji Takehisa

Vivir en la oscuridad (esto ya sabemos que es común a otras culturas)
Las mujeres de antes solo existían realmente de cuello para arriba y desde el borde de las mangas, el resto desaparecía enteramente en la oscuridad. En aquellos tiempos las mujeres de ambientes superiores a la clase media salían muy raramente y si lo hacían, era completamente acurrucadas en lo mas profundo de un palanquín, por miedo a que las pudieran vislumbrar desde la calle; no es pues nada exagerado decir que, confinada generalmente en una habitación de sus oscuras mansiones, totalmente sepultadas día y noche en la oscuridad, solo revelaban su existencia por el rostro.

Ohaguro, la belleza de los dientes negros
Ohaguro, la belleza de los dientes negros

Los trajes de colores lavados
Las jóvenes y las mujeres de las casa burguesas, incluso bajo el antiguo régimen militar, utilizaban colores increíblemente apagados, en un palabra, el traje no era más que una parcela de la sombra, solo una transición entre la sombra y el rostro.

El ennegrecimiento estético de los dientes (ohaguro)
El maquillaje incluía entre otras cosas el ennegrecimiento de los dientes; cabe preguntarse si la finalidad de esta operación no era, una vez rebosante de oscuridad todo el espacio excepto el rostro, poner una pincelada de sombra hasta en la boca.
Piensen en la sonrisa de una joven, a la vacilante luz de una linterna, que de vez en cuando hace centellear unos dientes laceados de negro de entre unos labios de una azul irreal de fuego fatuo: ¿puede uno imaginarse un rostro más blanco?

Las cejas afeitadas
Las mujeres de antes también se afeitaban las cejas: ¿no era esa otra manera de realzar el brillo de su rostro?

La presentación de la comida en vajilla oscura: Nuestra cocina armoniza con la sombra
Se ha dicho que la cocina japonesa no se come sino que se mira; en una caso así me atrevería a añadir: se mira, ¡pero además se piensa!
Si la cocina japonesa se sirve en un lugar demasiado iluminado, en una vajilla predominantemente blanca,  pierde la mitad de su atractivo. Observemos por ejemplo el color de la sopa de mismo que consumimos todas las mañanas.
El shòyu, esa salsa viscosa y reluciente, sobre todo si se usa esa variedad espesa que se llama tamari, como se hace en la región de Kyoto para condimentar el pescado crudo, las legumbres confitadas o hervidas, gana mucho visto en la sombra y forma con la oscuridad una armonía perfecta.
El tofu, el kamaboko, la harina de patata, los pescados blancos, en fin, todos los alimentos blancos, no pueden quedar realzados si se ilumina su entorno. Para empezar, el arroz, solo con verlo presentado en una caja de laca negra y brillante colocada en un rincón.

El uso tradicional de la vajilla de laca -que realza la comida japonesa- frente a la de cerámica, que ya ha ganado la batalla
Una vajilla de cerámica no es nada desdeñable, es cierto, pero a las cerámicas les faltan las cualidades de sombra y profundidad de las lacas. Son pesadas y frías al tacto; permeables al calor, no sirven para alimentos calientes; además, el menor golpe les saca un ruido seco, mientras que las lacas, ligeras y suaves al tacto, no lastiman el oído.
Fuera del arte del té o de algunas circunstancias solemnes, ya sólo utilizamos cerámica, excepto para las bandejas y los cuencos de sopa, porque hemos llegado a considerar la laca rústica y desprovista de elegancia: ¿pero no será simplemente por culpa de la claridad que proporcionan los nuevos medios de iluminación? En realidad se puede decir que la oscuridad es la condición indispensable para apreciar la belleza de una laca.
En la actualidad también se fabrican «lacas blancas» pero, de siempre, la superficie de las lacas ha sido negra, marrón o roja.

La iluminación tenue de los templos (ok, aquí las iglesias suelen ser tenebrosas)
En las inmensas salas de los monasterios la luz está tan mitigada, debido a la distancia que las separa del jardín, que su macilenta penumbra es igual en verano que en invierno, haga buen o mal tiempo, por la mañana, a mediodía o por la noche.

Kencho-ji, Kamakura
Kencho-ji, Kamakura

La luz indirecta en las casas
La iluminación de las casas es hoy más que suficiente para leer, escribir o coser; aumentarla es un autentico derroche y, al suprimir los últimos resquicios de la sombra, se da la espalda a todas las concepciones estéticas de la casa japonesa.
Cuando iniciamos la construcción de nuestras residencias, antes que nada desplegamos el tejado como un quitasol que determina en el suelo un perímetro protegido del sol, luego, en esa penumbra, disponemos la casa.

En el interior de la habitación, los shòji no dejan entrar más que un reflejo tamizado de la luz que proyecta el jardín. Esa luz indirecta y difusa es un elemento esencial de la belleza de nuestras residencias.

Toko no ma
Toko no ma

El toko no ma
Hueco practicado generalmente en la pared de la habitación principal, perpendicular al jardín y que desempeña un papel capital en la decoración de la casa japonesa tradicional. Ahí es donde se cuelga un cuadro escogido en función de la estación y se coloca algún objeto artístico de bronce o de cerámica, o algún adorno floral. El gusto de los dueños de la casa se juzga por la armonía conseguida entre estos tres elementos.
Tenemos en nuestras salas de estar ese hueco llamado tako no ma que adornamos con un cuadro o con un adorno floral; pero la función esencial de dicho cuadro o esas flores no es decorativa en sí misma, pues más bien se trata de añadir a la sombra una dimensión en el sentido de la profundidad.

Los decoración con detalles dorados
Nuestros contemporáneos, que viven en casas claras, desconocen la belleza del oro. Pero nuestros antepasados, que vivían en mansiones oscuras, experimentaban la fascinación de ese espléndido color, pero también conocían sus virtudes prácticas. Porque en aquellas residencias pobremente iluminadas, el oro desempeñaba el papel de un reflector.
Mientras que el brillo de la plata y de los demás metales se apaga muy deprisa, el oro en cambio ilumina indefinidamente la penumbra interior sin perder nada de su brillo.
Si en los tejidos antiguos se usaban con profusión hilos de oro y de plata, es evidente que se hacia por la misma razón.

La pátina de la plata y el cobre
Los colores que a nosotros nos gustan para los objetos de uso diario son estratificaciones de sombra: los colores que ellos prefieren condensan en sí todos los rayos del sol. Nosotros apreciamos la pátina sobre la plata y el cobre; ellos la consideran sucia y antihigiénica, uno están contentos hasta que el metal brilla a fuerza de frotarlo. En sus viviendas evitan cuanto pueden los recovecos y blanquean techo y paredes.

La importancia de la oscuridad en el teatro kabuki
En la actualidad, en los escenarios iluminados a la occidental, sus vivos colores caen inevitablemente en la vulgaridad y cansan enseguida.
Los interpretes de los papeles femeninos del kabuki no dan sensación de autenticidad. La culpa es, por supuesto, de la iluminación demasiado cruda del escenario.

Y también en el teatro no
En el no, la parte del cuerpo que deja ver el traje es ínfima, como mucho el rostro y el cuello y la mano desde la muñeca hasta la punta de los dedos.
Si por desgracia tuviese que recurrir como el kabuki a los modernos sistemas de iluminación, es seguro que bajo el impacto de esa luz brutal sus virtudes estéticas saltarían en pedazos. Es, pues, absolutamente esencial que el escenario del no permanezca en su oscuridad original y, cuanto más antiguo sea el edificio, mejor.
La oscuridad que reina en el escenario del no no es sino la oscuridad de las mansiones de aquellos tiempos.

La iluminación de las películas
Nuestro cine difiere del americano tanto como del francés o del alemán por los juegos de sombras, por el valor de los contrastes.

Estos cinco minutos de Los sueños (1990) de Akira Kurosawa son sublimes:

Pero no solo de sombras habla Tanizaki:

Los refinados retretes
Lo que sí está verdaderamente concebido para la paz del espíritu son los retretes de estilo japonés. Es en la construcción de los retretes donde la arquitectura japonesa ha alcanzado el colmo del refinamiento.

Papel japonés "Kizukishi"
Papel japonés «Kizukishi»

El papel japonés
Nuestros papales, agradables al tacto, se pliegan y arrugan sin ruido.

El amor por el té
Se dice que los amantes de té, al oír el ruido del agua hirviendo, que a ellos les evoca el viento en los pinos, experimentan un arrebato parecido tal vez al que yo siento.

Y la hora de tomar el sake: por la tarde

Conclusión: Nosotros los orientales creamos belleza haciendo nacer sombras en lugares que en sí mismos son insignificantes.

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Una occidental en una empresa japonesa: Estupor y temblores, de Amélie Nothomb

Escogí tres lecturas rápidas y no traumáticas para ambientarme antes de partir hacia Japón. Tenía poco tiempo y con la perspectiva del vuelo no estaba en condiciones de digerir a Mishima y sus coqueteos con la muerte. Ahora lamento no haber elegido alguna más reciente. Por orden:

Estupor y temblores (1999), de Amélie Nothomb
El elogio de la sombra (1933), de Junichiro Tanizaki
Una cuestión personal (1964), de Kenzaburo Oé

Salvo el de Tanizaki, que al fin y al cabo es un ensayo, los otros dos sí que fueron un poco perturbadores.

Estupor y temblores, de Amélie Nothomb

Siempre existe un modo de obedecer. Eso es lo que los cerebros occidentales deberían comprender.

Me habían recomendado esta lectura por lo bien que retrata la férrea jerarquía en las empresas niponas. El título hace referencia a la forma en que el emperador exigía a sus súbditos que se presentaran ante él en el antiguo Japón. Algo parecido acaba sintiendo la protagonista a medida que su posición en la compañía se va degradando hasta acabar limpiando retretes en silencio porque sus superiores le obligan a olvidarse del japonés y ceñirse a su rol de occidental.

Quizás el cerebro nipón sea capaz de obligarse a sí mismo a olvidar un idioma. El cerebro occidental carece de esos recursos.

Amélie Nothomb pasó parte de su infancia en Japón, así que algo de autobiográfico tendrá la novela.

Ella [su jefa] me habló de su infancia en la región de Kansai. Yo le hablé de la mía, que se inició en la misma provincia, no lejos de Nara, en el pueblo de Shukugawa, cerca del monte Kabuto […] Allí es donde late el corazón del antiguo Japón.

Pagoda de cinco pisos en el templo Kohfukuji #nara #japan #stupa #pagoda
Pagoda de cinco pisos en el templo Kohfukuji, Nara

Leer las notas que tomé de Estupor y temblores ha servido para matizar las impresiones que saqué de la visita a Japón.

Sobre la belleza
O esa primera excursión a Ginkaku-ji recién llegados a Kyoto, con la lluvia arreciando y apenas un alma en el Paseo de los Filósofos.

De pequeña, la belleza de mi universo japonés me había impactado tanto que todavía me alimentaba con aquella reserva afectiva.

Ginkaku-ji
Ginkaku-ji, Kyoto
Paseo de los filósofos #kyoto #japan
Paseo de los filósofos, Kyoto

El significado de los nombres
Si me maravillaron los nombres de los sabores de los helados, qué puedo decir de los de las personas:

Las que no tienen derecho a soñar llevan nombres que invitan a soñar, como Fubuki [«tormenta de nieve»]. Los padres se permiten los lirismos más delicados cuando se trata de bautizar a una niña.

Cuando se trata de ponerle nombre a un niño, en cambio, las creaciones onomásticas son, a menudo, de una hilarante sordidez […] El señor Saito le había puesto a su hijo Tsutomeru, o sea «Trabajar».

La filosofía de trabajo
Nothomb recalca el sadismo de la cultura de oficina japonesa. Estos ciudadanos, dice, privilegiados para otros habitantes del planeta, entregan su entera existencia a la empresa y están convencidos de que nunca se trabaja demasiado. Quejarse es deshonroso y hablar de tus incapacidades te lleva al abismo, siguiendo la máxima de André Maurois: No hables demasiado mal de ti mismo: podrían creerte. No respetar una jerarquía puede suponer el ostracismo a un trabajador, y nada desconcierta más a la protagonista que una disculpa de su superior.

Un japonés que se excusa de verdad, esto sólo ocurre una vez en cada siglo. Me horrorizó que el señor Saito consintiera rebajarse tanto por culpa mía.

No era raro que algunos empleados se quedaran toda la noche en sus despachos si había plazos que cumplir.

Año Nuevo: tres días de descanso ritual y obligatorio. Semejante farniente tiene algo traumático para los japoneses. Durante tres días y tres noches ni siquiera está permitido cocinar. Se comen platos fríos, preparados con antelación y almacenados en unas espléndidas cajas lacadas. Entre aquellos alimentos festivos, destacan los omochi: pasteles de arroz por los que, antaño, me pirraba.

Perdían, esperando el ascensor, un tiempo que habrían podido dedicar a la compañía. En Japón, a eso se le llama sabotaje: uno de los más graves crímenes para los nipones, tan odioso que, para denominarlo, se utiliza la palabra francesa, ya que hace falta ser extranjero para imaginar una bajeza semejante.

Hasta hace poco, con contrato o sin él, uno siempre era contratado para siempre, uno no podía abandonar su empleo sin cuidar las formas. Por respeto a la tradición, tenía la obligación de presentar mi renuncia a cada escalón jerárquico.

Para un japonés, limpiar retretes no era un trabajo honorable pero tampoco indigno.

¿Y, fuera de la empresa, qué les esperaba a aquellos contables de cerebro lavado por los números? La cerveza obligatoria con colegas tan trepanados como ellos, horas de metro abarrotado, una esposa que ya duerme, el sueño que te aspira como el desagüe de un lavabo que se vacía, las escasas vacaciones en las que nadie sabe qué hacer: nada que merezca el nombre de vida.

Mi comida de hoy: cerveza Asahi, yakitori y tempura. #kyoto #japan #yakitori #biru #tempura #asahi
Cerveza y yakitori: lo que toman habitualmente los japoneses al salir del trabajo

La locura y la excentricidad
Los sistemas más autoritarios suscitan, en las naciones en las que se aplican, los casos más sorprendentes de desviaciones -y, por eso mismo, una relativa tolerancia respecto a las excentricidades humanas más apabullantes-. No sabemos lo que es un excéntrico hasta que conocemos a un excéntrico japonés. ¿Había dormido bajo los escombros? Estaban curados de espanto. Japón es un país que sabe lo que significa «volverse loco».

Los comportamientos groseros
Preferí no preocuparme demasiado por estos detalles que comenta la protagonista, aun a riesgo de pecar de irritante occidental:

Ante mi enorme asombro, se sonó, lo que en Japón constituye uno de los colmos de la grosería.

Resulta vergonzoso tener curvas.

Sudarás. Y ya nadie podrá dudar de tu vulgaridad.

Castillo Nijo, Kyoto
Mañana de canícula en el Castillo Nijo, Kyoto

Los occidentales, sucios y rastreros
Nothomb lo lleva al extremo, espero…

Se comporta de un modo tan rastrero com los demás occidentales: antepone su vanidad personal a los intereses de la empresa.

¡Si por lo menos pudiéramos hacerles comprender que apestan, tendríamos en Occidente un mercado fabuloso para desodorantes finalmente eficaces!

Persona muda y grosera como una yanqui…

El suicidio
No hay que visitar el bosque de los suicidos para saber que el suicidio en Japón es menos raro que aquí.

Como todo el mundo sabe, Japón es el país con la mayor tasa de suicidios.

Si te suicidas, tu reputación será deslumbrante y se convertirá en el orgullo de tus allegados. Ocuparás un lugar de honor en el panteón familiar: ésa constituye la mayor esperanza que puede albergar un ser humano.

La comida
Proliferan las cadenas y formatos occidentales pero los sabores se adaptan, como ocurre con todas las cocinas cuando se exportan.

Los japoneses consumían cada vez más mantequilla y la obesidad y las enfermedades cardiovasculares no dejaban de ganar terreno en el país.

Se trata de chocolate blanco con sabor a melón verde, una especialidad de Hokkaido. Han reproducido a la perfección el sabor del melón japonés.

Sunshine Street. Ikebukuro, Tokio
Sunshine Street. Ikebukuro, Tokio

La Segunda Guerra Mundial
Fabuki practicaba el revisionismo soft tan habitual entre los jóvenes del país del Sol Naciente: sus compatriotas no tenían nada que reprocharse respecto a la última guerra, y sus incursiones en Asia tenían como objetivo proteger a los indígenas de los nazis.

La tradición propia y ajena
Con razón no se lo piensan para derribar un templo y reconstruirlo:

Nada que dure menos de diez mil años tiene valor alguno.

Los nipones, que tanto se ofenden cuando los demás no respetan sus códigos, jamás se escandalizan de sus propias derogaciones respecto a las conveniencias ajenas.

Heian #kyoto #japan
Heian, Kyoto

La belleza femenina
No todas las japonesas que vi eran guapas, pero la que era guapa resultaba casi irreal.

Todas las bellezas emocionan, pero la belleza japonesa resulta todavía más desgarradora. En primer lugar porque esa tez de lis, esos ojos suaves, esa nariz de aletas inimitables, esos labios de contornos tan dibujados, esa complicada dulzura de los rasgos ya bastan para eclipsar los rostros más logrados.

Sus modales las estilizan y las convierten en una obra de arte que va más allá de lo racional.

Es una belleza que ha sobrevivido a tantos corsés físicos y mentales, a tantas coacciones, abusos, absurdas prohiciones, dogmas, asfixia, desolación, sadismo, conspiración de silencio y humillaciones, una belleza así constituye un milagro de heroísmo.

Cómo ha de ser la mujer

Si por algo merece ser admirada la japonesa -y merece serlo- es porque no se suicida. Conspiran contra su ideal desde su más tierna infancia. Moldean su cerebro:
«Si a los veinticinco años todavía no te has casado, tendrás una buena razón para sentirte avergonzada»
«Si sonríes perderás tu distinción»
«Si tu rostro expresa algún sentimiento, te convertirás en una persona vulgar»
«Si mencionas la existencia de un solo pelo sobre tu cuerpo, te convertirás en un ser inmundo»
«Si, en público, un muchacho te da un beso en la mejilla, eres una puta»
«Si disfrutas comiendo, eres una cerda»
«Si dormir te produce placer, eres una vaca»
«No aspires a disfrutar porque tu placer te destruirá»
«No aspires a enamorarte porque no mereces que nadie se enamore de ti: los que te amarían te amarían por tu apariencia, nunca por lo que eres»
«No esperes que la vida te dé algo, porque cada año que pase te quitará algo»
«Ni siquiera aspires a una cosa tan sencilla como alcanzar la tranquilidad, porque no tienen ningún motivo para estar tranquila»
«Deberás ser irreprochable, por la simple razón de que es lo mínimo a lo que se puede aspirar»
«Cuando estés aislada en un retrete por la humilde necesidad de liberar tu vejiga, tendrás la obligación de vigilar que nadie pueda escuchar la melodía de tu arroyo: así pues, deberás tirar de la cadena sin cesar»
«Tienes la obligación de tener hijos, a los que tratarás como a dioses hasta los tres años, edad en la que, de repente, los expulsarás del paraíso para alistarlos al servicio militar, que durará desde los tres hasta los dieciocho años y, más tarde, desde los veinticinco años hasta el día de su muerte»
«El único periodo libre de tu vida […] es entre los dieciocho y los veinticinco años»

En el tren, Tokio
En el tren, Tokio

El hombre y el matrimonio
El primero no sale muy bien parado…

Había tenido el abrumador privilegio de descubrir que el macho japonés no es en absoluto distinguido. Así como la japonesa vive aterrorizada por el más mínimo ruido que pueda producir su persona, el japonnésse despreocupaba totalmente de ese detalle.

Tiene dos años menos que usted. Según la tradición nipona, es la diferencia de edad perfecta para que sean un anesan niobo, una «esposa hermana mayor». Los japoneses piensan que éste es el mejor matrimonio: la mujer tiene justo un poco más de experiencia que el hombre. Así, le hace sentirse cómodo.

Harajuku, Tokio
Harajuku, Tokio

Como dato curioso extraido del libro: cabellos, dios y papel se nombran de la misma forma en japonés: kami.

Respecto a Amélie, realmente lo que más me gusta leer de ella es las entrevistas que le hacen: es su mejor personaje. Mi primera toma de contacto fue con La biografía del hambre y la voz narradora me ralló bastante. Termino con su receta para sobrellevar la rutina:

Es típico de seres que ejercen oficios lamentables construirse lo que Nietzsche denominaba «otro mundo», un paraíso terrenal o celeste en el que se empeñan en creer para consolarse de lo infecto de su condición. Cuanto más vil es su trabajo, más hermoso es su edén mental.

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Japón: 50 curiosidades y 3 innombrables

Cualquier cosa me sorprendía al pisar suelo nipón. Para empezar, fue llegar al aeropuerto de Narita y ¡solo veía japoneses!

Guardo una lista de todo lo que me chocaba como occidental que visitaba por primera vez Asia y en particular Japón:

1. Los cuervos
Por las mañanas, nada de trinos de gorriones: lo que se oye son cuervos. Me desperté con su grajeo en un piso 32 pensando que si descorría la cortina iba a ver Tokio arrasado mientras bandadas de cuervos planeaban sobre sus ruinas.

Tokyo está plagada de cuervos que campan a sus anchas.

2. La seguridad
En cualquier cafetería puedes dejar el bolso abierto con el iPad dentro y el móvil sobre la mesa cargándose y bajar al piso de abajo, irte al baño… nadie se lo va a llevar. Si estás muy cansado, hasta puedes echar una cabezadita sin miedo a que se lleven tus cosas.

3. La gente dormida
En cualquier lado y postura, sin necesidad de apoyar la cabeza o recostarse. Por ejemplo, en la mesa de un McDonalds con la bandeja delante y el móvil al lado.

En el metro a Omotesando, Tokio
En el metro a Omotesando, Tokio

4. Las cafeterías y restaurantes en plantas altas
Aunque hay millones de establecimientos a pie de calle, es de lo más común ver en la puerta de cualquier edificio carteles anunciando los restaurantes que hay arriba. De hecho, son frecuentes los rascacielos que acogen zona comercial, plantas de oficinas y un par de pisos dedicados a la restauración. Los carteles son todos del mismo formato: nombre del restaurante + foto de sus platos. Y nada de mezclas occidentales: el que es de sushi no te va a servir tempura o carnes.

Shinjuku, Tokio

6. Las toallitas húmedas
Otra cosa que te ponen en la mesa nada más te sientas en el restaurante. La versión low cost es un tissue húmedo en una bolsita. Las he visto también fuera de Japón pero allí es impensable no ponerlas. Yo lo implantaría en España.

Shabu-shabu en Kyoto
Shabu-shabu en Kyoto

7. No hay papeleras
Y cuando hay, ten suerte de que admita lo que vas a echarle, porque el reciclaje se sigue a rajatabla. Los occidentales debemos de tener fama de malos separadores de basuras: los camareros venían corriendo a quitarme la bandeja si me veían con intención de distribuir yo misma los restos en las papeleras.

Gion, el barrio de las geishas
Gion, el barrio de las geishas de Kyoto

8. Las reconstrucciones
Salvo alguna excepción – Nara, por ejemplo-, a mí todos los templos, pagodas, castillos y monumentos me parecieron construidos anteayer. Están en todo su esplendor, las maderas naranjas relucen. Por lo que he leído, son reproducciones absolutamente fieles mejoradas para resistir catástrofes.  A mí me resultaba tan chocante -acostumbrada a visitar claustros con relieves erosionados, fortalezas con pasadizos húmedos, piedras desgastadas por los siglos…- que tuve que resetear para no pensar que estaba en un parque temático sobre las tradiciones de Japón.

Nara. El edificio de madera más grande del mundo
Nara. El edificio de madera más grande del mundo

9. Al cine por la mañana
Me disponía a desayunar mientras los japoneses entraban en el cine. Pensé que solo estaban comprando las entradas, pero no, también se metían en las salas.

Desayuno en el Kripsy Kreme de Shibuya, Tokio
Desayuno en el Kripsy Kreme de Shibuya, Tokio

10. Las letrinas
… y los WC con mandos, sobre los que no me explayo porque hay bastante literatura. Sabía que era habitual encontrarse letrinas en Asia pero no contaba con que también había en Japón. Son modernas, no hay que imaginarse nada raro. Tienen pedal para que salga el agua y sumidero. En muchos casos hay símbolos en la puerta para avisarte de lo que te espera dentro -letrina o WC occidental-. Y en algunos servicios público te dan las dos opciones y tú eliges.

WC nipón
WC nipón

11. Los lavabos infantiles
Vi en algunos baños lavabos a la altura de mi rodilla pensados para las más pequeñas.

12. Las mascarillas
Se ven por todas partes. Rara vez miras a tu alrededor y no ves alguna.

Shibuya, Tokio
Shibuya, Tokio

13. Las plantas 13
En los rascacielos japoneses no se saltan la planta 13.

La noche que visitamos el New York Bar del Hotel Park Hyatt
La noche que visitamos el New York Bar del Hotel Park Hyatt, Tokio

14. Las fundas de ganchillo en los asientos de los taxis
El gusto japonés por el crochet, las puntillas y los encajes no conoce límites. Imposible ver un taxi sin sus fundas de ganchillo. En el tren de Nara a Kyoto los asientos tenían fundas de plástico ¡que imitaban el crochet!

Taxis en Kamakura
Taxis en Kamakura

15.Los niños solos en el tren
Desde muy pequeños van al colegio solos en el tren con su clásica y carísima mochila rígida y uniformados.

16. Subir por la izquierda, bajar por la derecha
Estorbaba continuamente en las escaleras mecánicas porque me colocaba en el lado incorrecto.

En el tren, Tokio
En el tren, Tokio

17. Las marcas en los andenes
Indican dónde va a estar la puerta de cada vagón y si es solo para mujeres o está habilitado para discapacitados, embarazadas, personas con niños o ancianos.

18. Las reverencias del personal de los trenes
Las hacen al entrar y al salir de cada vagón y al tomar posiciones en el andén antes de subir al tren.

Shinkansen's cleaning lady #shinkansen #tokyo #tokio #japon #japan #tren #train
Personal de limpieza del Shinkansen

19. Los que cantan las estaciones
En la cabina que hay al fondo del último vagón del tren va una persona que anuncia por megafonía la próxima estación y las conexiones. Nada de grabaciones.

Vuelta a Kyoto desde Osaka
Vuelta a Kyoto desde Osaka

20. La limpieza de los trenes
En cada final de línea precintan los accesos a los vagones y un ejército de personal de la limpieza los asea y gira los asientos para que siempre vayan en el sentido del tren.

21. Los vagones de fumadores
Aquí ya no quedan, fue una sorpresa encontrármelos incluso en el Shinkansen. Me tocó viajar en uno y la experiencia fue muy ochentera.

22. Los cubículos para fumadores
Estaban por la calle, en las estaciones… En los templos eran prácticamante la única zona para sentarse y descansar. En este caso no eran cubículos sino barracones con bancos, mesas y ceniceros.

Visita a Ryoan-ji
Zona de fumadores de Ryoan-ji, Kyoto

23. La velocidad de los ascensores
Pasando en tren por el distrito financiero Shiodome de regreso de Odaiba me dejó asustada la velocidad de los ascensores en los edificios de oficinas. Además, estaban acristalados y eran exteriores. ¡Fuera vértigo! Recuerdo que en la Landmark Tower de Yokohama está el segundo ascensor más rápido del mundo.

En el tren a Odaiba, Tokio
En el tren a Odaiba, Tokio

24. Las máquinas de vending
Paredes enteras repletas de bebidas extrañas a cual más dulce. A mí no me conquistaron.

Eligiendo algo que beber. Akihabara, Tokio
Eligiendo algo que beber. Akihabara, Tokio

25. Las profesiones extrañas
Por ejemplo, marcadores de la cola del autobús.

En la estación de autobuses de Kyoto hay "marcadores de cola",carteles humanos para saber por donde va la cola del bus #kyoto #japan
En la estación de autobuses de Kyoto hay «marcadores de cola», carteles humanos para saber por donde va la cola del bus

26. La purificación en los templos
Del mismo modo que los católicos toman agua bendita y se santiguan, en los templos sintoístas que visité había fuentes con cacitos para purificarte. Primero vertías el agua en la mano derecha, luego en la izquierda y a continuación bebías con la mano izquierda el agua recogida con la mano derecha -la vertías siempre con el cacito, no podías poner la mano directamente bajo el chorro-.

Fuente para purificarse antes de entrar en Tsurugaoka Hachimangu Shrine, en Kamakura
Fuente para purificarse antes de entrar en Tsurugaoka Hachimangu Shrine, en Kamakura
Agua purificadora en Fushimi-Inari
Agua purificadora en Fushimi-Inari

27. Las monedas incrustadas
Esta foto no es la más representativa, pero la moneda en la cabeca y en el brazo nos dan una idea. En las estatuas y monumentos sagrados era común ver monedas incrustadas en salientes y recovecos. Hice el intento dentro del Gran Buda de Kamakura y la moneda rodó por el suelo al instante.

Engaku-ji, Kamakura
Engaku-ji, Kamakura

28. Las alpargatas colosales en los templos
Si había Buda, había alpargata. En el acceso a los templos colgaban grandes alpargatas por si un día decidía abandonar la posición del loto.

Senso-ji, Tokio
Senso-ji, Tokio

29. Las pintoras de los templos
Una bella estampa de Engaku-ji es la de las señoras pintando acuarelas por sus jardines.

Mujeres pintando en Engaku-ji, Kamakura
Mujeres pintando en Engaku-ji, Kamakura

30. Las bandejas para el dinero
Recuerdan a los bares de aquí, salvo que en Japón no se deja propina. En todos los establecimientos, fueran comercios o restaurantes, colocan una bandeja para dejar el dinero y el cambio. Además, son muy cuidadosos al tocar tanto los billetes como las tarjetas.

Mercadillo de Asakusa y alrededores, Tokio
Mercadillo de Asakusa, Tokio

31. Las crepes
Tienen más éxito que los barquillos para servir los helados. En el metro emitían sin parar un spot de crepes Haagen Dasz.

Este anuncio de Haagen Dasz lo vi decenas de veces en el tren

32. Las pâtisseries
La bollería y panadería europea parece que está pegando fuerte. Yo tengo debilidad por estos productos y desde muchos metros de distancia ya olía que había una pâtisserie cerca.

Bollería en Ikebukuro, Tokio
Bollería en Ikebukuro, Tokio
Los gofres del Manneken de Ginza, Tokio
Los gofres del Manneken de Ginza, Tokio

33. Las maquetas de comida de plástico
Cada restaurante tiene en el escaparate sus platos en fieles reproducciones de plástico. Lo más curioso que vi fue un establecimiento de cocina española que ofrecía paella con huevos fritos por encima.

Maqueta de comida

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Café Moco en Akihabara, Tokio

Rumbo a Marunuochi, Tokio
Hamburguesa de jamón serrano en Akihabara, Tokio

34. La cocina hawaiana
Vi muchos establecimientos de cocina hawaiana. 35. La gente que grita por las calles
Suelen ser chicas. Están de pie en la puerta de las tiendas y parecen cantar la oferta del local. En Akibahara van disfrazadas (cosplay), pero en otras zonas visten sin muchas estridencias, aunque suelen ir uniformadas. Este griterío persistente se mezcla en los barrios más concurridos con la megafonía de los camiones-anuncio.

Harajuku, Tokio
Harajuku, Tokio
Shinjuku, Tokio
Shinjuku, Tokio
Shibuya, Tokio
Shibuya, Tokio

 35. El siniestro «do not eat»
Desfallecida en Narita compré un gofre que venía en una bolsita. Iba acompañado de un sobrecito similar al que encuentras dentro de los bolsos al abrirlos por primera vez. Pensé que era alguna salsa para endulzarlo, pero se leía claramente «do not eat». Dramático si no lees ni inglés ni  japonés.

Desayuno en Narita
Desayuno en Narita

36. El turismo estadounidense e hindú
En realidad, apenas encontré turismo internacional, aunque sí mucho local porque visité Japón en plena Golden Week. Salvo algún francés, lo que más había era norteamericanos y familias hindúes.

37. La esvástica budista
Desconocía este símbolo, y la primera vez que lo ves impresiona bastante. Es una esvástica girada, símbolo budista que habitualmente se ve en los templos. Según he sabido después representa la eternidad, los cuatro elementos -fuego, agua, viento y tierra- y también sirve como indicador de que una comida es vegetariana y puede ser consumida por budistas estrictos.

Esvástica a la inversa

38. Los trajeados
También hay millones en Occidente pero allí intuí un protocolo y una jerarquía muy acusados. Vi a un trajeado afeitándose en el andén del tren con una maquinilla eléctrica.

39. El perro japonés
Si aquí ahora solo se ven bulldogs, allí proliferaban los Akita Inu (raza nipona). Además, es muy común pasear al perro en carrito, a solas o varios juntos.

Akita Inu

40. Las casas cerradas
No pude atisbar una sola casa japonesa por dentro. Las cortinas siempre están corridas, por no hablar de las viviendas de Gion, que directamente están selladas tras densos estores y hasta tablones.

Gion, el barrio de las geishas
Gion, el barrio de las geishas de Kyoto

41. Las terrazas anodinas
En los bloques de viviendas nadie pone plantas en las terrazas. Pero sí es común ver ropa tendida, me llamaron la atención unos enganches redondos para sujetar el nórdico recién lavado a los barrotes de la terraza.

Rumbo a Arashimaya, Kyoto
Rumbo a Arashimaya, Kyoto

42. Los móviles rosas
Como si fueran teléfonos de princesas Disney. Además, les encanta adornarlos con strass. He visto más iPhones blancos que en ningún lado, y muchos los llevaban hombres.

43. Hombres con paraguas blancos
En Kyoto solo había un modelo de paraguas: el transparente con varillas y mango blanco. Lo usaban indistintamente hombres y mujeres.

Ginkaku-ji
Ginkaku-ji, Kyoto

44. El maquillaje impecable
Las japonesas no solo tienen la piel perfecta, es que se maquillan como nadie. Los neceseres que ves en el tren y el metro no pueden estar más equipados. Son capaces de pasar un trayecto de una hora sin parar de arreglarse en el vagón.

45. El tinte castaño claro
Les favorece muchísimo y es el color de pelo que más se ve aparte del negro natural.

46. El turismo con tacones
Pasear por la arena y por los jardines de los templos es posible con tacones. He visto a muchas más japonesas haciendo turismo arregladas que informales.

Visita al templo de Kiyumizu-dera, Kyoto
Visita al templo de Kiyumizu-dera, Kyoto

47. Ni gafas de sol ni sombreros
El look del turista nipón que conocía solo se ve fuera de Japón. Allí rara vez llevan sombrero para protegerse del sol, salvo las señoras mayores, y casi nadie usa gafas de sol. He visto sombrillas, pero poquísimas si lo comparamos con lo mucho que las utilizan cuando visitan España. Tal vez tenga que ver el que todavía fuera primavera.

Omotesando, Tokio
Omotesando, Tokio

48. American Eagle hace furor
Sobre todo entre los hombres, porque visto está que a ellas les va el look romántico. Había cientos de bolsas de la marca por la calle y en los centros comerciales.

Ginza, Tokio
Ginza, Tokio

49. El gusto por lo que aquí sería cursi
Hay estampados de corazones y lazos por todas partes, no solo en Harajuku, aunque allí es la norma. Caso extremo: una chica peinada con dos coletas adornadas con fresas de plástico.

Harajuku, Tokio
Harajuku, Tokio
Harajuku, Tokio
Harajuku, Tokio
Harajuku, Tokio
Harajuku, Tokio

50. El uniforme de las veinteañeras
Hay una tribu en cada país que marca la tendencia: chicas veinteañeras que van en grupo vestidas sin salirse del guión. En Japón su uniforme es el de estas fotos:

Shibuya, Tokio
Shibuya, Tokio
Shibuya, Tokio
Shibuya, Tokio
Shibuya, Tokio
Shibuya, Tokio
Shibuya, Tokio
Shibuya, Tokio
Omotesando, Tokio
Omotesando, Tokio
Harajuku, Tokio
Harajuku, Tokio
Harajuku, Tokio
Harajuku, Tokio
Harajuku, Tokio
Harajuku, Tokio
Harajuku, Tokio
Harajuku, Tokio

Y termino con los innombrable antes y (casi) durante el viaje.

1. Los terremotos
Durante el día no me acordaba de lo que había pasado en Japón en marzo de 2011. Pero por las noches vivía terremotos psicológicos. Estaba en plantas altas (32 y 34 en las dos estancias en la capital nipona), tanto que cada vez que descorría la cortina me apabullaba ver la inmensidad de Tokio a mis pies. ¡Esa ciudad tiene 13 millones de habitantes! Pero lo peor no fue la aprensión, sino constatar en el desayuno que sí, que la noche anterior se había producido un terremoto de magnitud 5 con algo. Para los japoneses será lo más corriente, para mí no…

2. Las 12 horas de avión (+2 de conexión)
Pensé que aterrizaría en Tokio con algún tipo de demencia. No soporto estar en el aire. La sensación de «a tomar por saco, se acabó todo» me puede durar todo el vuelo. Es tal el trauma que hoy no me acuerdo de nada, no sé si por el pánico o por los orfidales: ¿qué comí? ¿dormí? Vi tres o cuatro películas y solo recuerdo el título de dos y ni siquiera sé cómo acababan. Terminé en el avión Una cuestión personal, de Kenzaburo Oé, y en Tokio tuve que releer las últimas páginas para ver que hacían al final con el niño.

En el avión rumbo a Tokio

 3. El regreso
Por todo lo anterior me había vetado pensar en el regreso. Primero superemos ese trance, me decía, y luego veremos si la vida sigue. Una vez allí, ¿qué forma había de regresar por tierra firme partiendo de, por ejemplo, Vietnam? Para la próxima visita a Japón he consultado la ruta en coche en Google Maps. El resultado es 7 días + 19 horas sin contar noches hasta Hanoi pasando por Afganistán, Irán o Myanmar. Después bordeas la costa oriental china y en Shanghai coges un ferry hasta Osaka o Kobe.


Ver mapa más grande

Por todo esto mis expectativas del viaje eran nulas. Ni lo pensaba. Y es lo mejor porque he vuelto deslumbrada y hasta me parece una traición pensar en el siguiente.

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Sentada en la Bahía de Tokio

Estoy sobrevolando Rusia en el famoso Airbus 380 de Air France. Me lleva de Tokio-Narita hasta París-Charles de Gaulle, donde conectaré con el vuelo a Madrid. Hace unas horas estaba en el piano bar del Hotel Cerulean, en Shibuya, tomando un cóctel con vistas privilegiadas del Tokio nocturno.

La última jornada tokiota fue relajada, de saborear cada minuto restante. Por la mañana tomamos el metro para visitar el mercadillo tradional japonés de Asakusa.

El mercadillo de Nakamise-dori en #Asakusa #tokyo #japan

Tras algunas compras no quise irme sin probar uno de esos dulces que había visto en tantos puestos callejeros. Elegí una especie de buñuelo de albaricoque, rosa por fuera, pan frito por dentro, denso dulce de albaricoque en el centro.

Dulce de albaricoque #tokyo #tokio #japon #japan

En los alrededores del mercadillo descubrimos un Tokio diferente, otro más, lejos de la modernidad de Shinjuku, Shibuya, Omotesando, Ginza o Akihabara. Las calles eran estrechas y la decoración más parecía de hace 40 años que de hoy.

Calle en #Asakusa #tokyo #japan

Avanzando por el mercadillo llegamos a la pagoda de cinco plantas de Asakusa, que me empeñé en fotografiar junto a los cerezos en flor del recinto.

Pagoda #tokio #tokyo #japan #japon #pagoda

Bahía de Tokio
Tras una nueva visita relámpago a la tienda Mandarake de Akihabara partimos hacia Odaiba, en la Bahía de Tokio. No pudo haber mejor plan para nuestra última tarde nipona. En la ultramoderna zona de Shiodome, muy cerquita de Ginza, tomamos el tren con el que cruzamos el Rainbow Bridge sobre la bahía. Circula con neumáticos (como un autobús) y sin conductor, esto lo supe después de hacer el trayecto de ida y vuelta.

El tren que va a #odaiba pasa por encima de Rainbow Bridge y encima va sobre neumáticos, sin conductor y mola mil #tokyo #japan

En Odaiba comimos carne cocinada «estilo kobe» (riquísima) y pasé un buen rato junto a un Gundam «tamaño real». Un Gundam es una armadura controlada por un hombre desde la cabeza; hace furor entre varias generaciones de japoneses y cientos de frikis del resto del planeta. Medía unos 30 metros y a las horas marcadas se ponía en movimiento: rotaba la cabeza y expulsaba humo (pequeño chasco, esperaba que alzara los brazos al menos).

Gundam en #Odaiba #tokyo #japan #gundam (gracias @julencin2000 !!!)

Palette Town #tokyo #tokio #japon #japan

Después, un idílico paseo por las playas de la Bahía de Tokio, en las que está prohibido bañarse. Muchos grupos se sentaban para ver la puesta de sol sobre el skyline del distrito financiero, con el Rainbow Bridge a la izquierda.

Odaiba y Bahía de Tokio

El parecido con las vistas del skyline de Nueva York desde Dumbo es indiscutible, a lo que no pongo pegas porque está en mi top 5 de lugares para recordar toda la vida. Incluso han encajado una Estatua de la Libertad en los jardines de una de las islas, pues todo ese terreno que se ve al otro lado del barrio de oficinas es artificial y está ganado al mar. Lo que no vi en el East River fueron los vivarachos peces que saltaban sin cesar en las aguas de la Bahía de Tokio.

Lady Liberty en Tokio #tokio #tokyo #japan #japon

De regreso, el tren que une la isla de Odaiba con el distrito financiero nos regaló curiosas estampas de oficina y ascensores subiendo y bajando a una velocidad desconcertante.

Cruce de Shibuya de noche
Por la noche, un último vistazo al cruce de Shibuya desde la propia estación de tren. Después de días buscando el ángulo perfecto, descubrimos que para verlo bien no había que hacer gasto en el Starbucks o en ningún otro establecimiento del cruce. Bastaba con asomarse a las cristaleras de la planta superior de la estación.

Cruce #Shibuya #tokyo #japan

Ya solo faltaba hacer las maletas y despedirse de Tokio desde las alturas en el piano bar Bello Visto, en la planta 40 del Hotel Tower Cerulean. Tanto que recordar de estos días…

Una última copa para despedir Japón desde el bar en la planta 40 del Cerulean Tower de Shibuya con las maravillosas vistas de Tokyo de noche. Gracias!!

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Harajuku lover

Son las 12. 14 y estoy sentada frente al Mandarake de Akihabara (Tokio) mientras los demás hacen las últimas compras frikis del viaje.

Ayer visitamos algunos barrios más:

Shibuya
El hotel de esta segunda estancia en Tokio lo tenemos en Shibuya, por lo que empezamos el día haciendo una visita al famoso cruce tras desayunar en el Krispy Kreme del barrio, un hit del viaje. En ese momento rodaban alguna promo de la versión 3D de la película El grito, y había decenas de encapuchados que transportaban un marco del que salía una cabeza con la cara cubierta por una densa melena negra. Hicimos el cruce con ellos y no descarto que estemos en unas cuantas grabaciones. ¡Yo misma lo grabé todo!

WTF en Shibuya #tokio #tokyo #japon #japan

Después nos acercamos a ver la estatua del perrito Hachiko, que venía cada día a la estación a recoger a su amo incluso después de que muriera. Dos japonesitas con camisetas de Batman me pidieron que les hiciera una foto con él.

Hachiko-san #shibuya #tokio #tokyo #japon #japan

Tokyo Tower
Después cogimos el metro hasta Shiodome para ver de cerca la Tokyo Tower. Como había bastante bruma descartamos subir y visitamos el cercano templo Zojo-ji, donde se celebraba una ceremonia. Por algunos detalles -una urna, una foto de un señor en el altar, una familia formalmente sentada al pie del altar- dedujimos que se trataba de un funeral. Aun así, un grupo de turistas hindúes hizo fotos sin parar.

Tokyo Tower #tokyo #tokio #japan #japon

Omotesando
A continuación paseamos por la zona de shopping de Omotesando, donde hay tiendas de las marcas de lujo -Loewe, Gucci, Tod’s, Louis Vuitton, Burberry…- y de cadenas como American Eagle. El estilo de los edificios, el amplio bulevar y el estilismo de las japonesas en esa zona te hacía pensar que estabas en Europa más que en Asia.

Omotesando #omotesando #tokio #tokyo #japan #japon

Harajuku
Y desde Omotesando enlazamos con Harajuku. Como a Gwen Stefani, a mí me encantó este barrio. Hasta ahí lo que tenemos en común. A medida que nos acercábamos a la calle de tiendas más animada, Takeshita Street, veíamos más y más cosplay. El arte de combinar vestidos y accesorios pastel, encajes, lazos, puntillas, delantalitos, pasadores, sombrillas y zapatos de charol no tiene límites para las chicas Harajuku.

Cosplay #harajuku #tokio #tokyo #japon #japan #cosplay

Parque Yoyogi
El tiempo empeoró cuando estábamos al final de Takeshita Street, junto a la tienda oficial del grupo jpop AKH47. Los truenos y relámpagos provocaron gritos de pánico entre las chicas Harajuku. Corrimos a resguardarnos bajo la marquesina de madera de la entrada del parque Yoyogi y allí permanecimos hasta que pasó la tormenta. En el parque se venera al Emperador Meiji y la Emperatriz Shoken, en agradecimiento al impulso que dieron a la industrialización y modernización de Japón. En su honor hay expuestas decenas de barriles de sake y de vino de Borgoña. Tras recorrer el frondoso- casi diría que umbrío, aunque precioso- parque lo abandonamos en medio de un furioso vendaval.

Barriles de sake de los diferentes productores del país #yoyogi #tokyo #japan

Parque Yoyogi #tokyo #japan #Yoyogi

Shibuya
Terminamos el día con un paseo por Shibuya de noche y una visita al L’Occitane Café del cruce, donde me tomé un zumo de legumbres. No sabía que esta marca había entrado en la hostelería.

Shibuya #shibuya #tokyo #tokio #japan #japon

Zumo de legumbres

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La madera que chilla en el castillo Nijō (Kyoto)

Después de la decepción de Osaka, por fin un castillo que merece la pena visitar. La residencia en Kyoto de los shogunes Tokugawa (s.XVII) era el castillo Nijō, rodeado por una gran fosa. Los shogunes eran los gobernadores militares que hubo en Japón hasta la revolución de 1867-68.

Castillo Nijo #nijo #kyoto #japan #japon

Para visitarlo tienes que descalzarte y seguir la ruta marcada, que da una vuelta completa al edificio principal. No permiten hacer fotos.

Castillo Nijo #nijo #kyoto #japon #japan

El suelo es de madera tratada de tal forma que a cada paso no cruje sino que chilla. De esta forma los guardias podían saber si había alguien caminando en torno a los aposentos. Si la visita es muy concurrida, como el día que estuve yo, el chillido es persistente.

Castillo Nijo #nijo #kyoto #japan #japon

En las estancias se recrean con dioramas escenas de la vida en el castillo, por ejemplo de la recepción del shogun a los señores feudales o del shogun en su cámara asistido por las damas de su séquito. Otras habitaciones estaban vacías pero permitían apreciar la decoración de los paneles, pintados por artistas de la época y que representan escenas muy estilizadas de la naturaleza: ramas de árboles y pájaros, principalmente.

En el tren camino a Asakusa, Tokio, 7 de mayo de 2012.
10.02 a.m.

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El puente que cruza la luna (Kyoto)

Titulo así el post porque me maravillan esos nombres japoneses. Ayer con el cielo raso disfrutamos de algunas estampas sublimes. Por fin vi el Kyoto que imaginaba. Hace años leí que la palabra belleza no es suficiente para capturar lo que encierra esta ciudad y todos los bosques que la rodean.

El Pabellón Dorado (Kinkaku)
Está en el recinto del templo Rokuon-ji, frente al estanque Kyōko-chi («espejo de agua»), en el que se refleja. El efecto es increíble, hipnotiza no solo el reflejo sino el destello dorado bajo el sol; sus plantas superiores están revestidas de hojas de oro.

Kinkaku (The Golden Pavilion) #kinkaku #kyoto #japon #japan

Los nenúfares de Ryoan-ji
Este templo es famoso por su jardín de piedras, al parecer quintaesencia de la estética zen. No cabía entero en la foto así que pongo la del estanque con nenúfares que hay a pocos metros, de lo más bonito que he visto en Kyoto.

No puede ser más bonito!!! #ryoan #japan #japon #kyoto

El puente Tōgetsukyo o «puente que cruza la luna»
Está en la región de Arashimaya, en la zona de Sagano, y a mí me recordó a El puente sobre el río Kwai. Debe de ser un destino dominguero a tenor de la oferta hostelera que hay caminando desde la estación. Las aguas son poco profundas y muchos visitantes dar un paseo en canoa por el cauce, de anchura considerable. Por lo que he leído, las preciosas montañas de Arashimaya -que tan bien se reflejan en el río- son perfectas para hacer rutas de senderismo o en bici.

Puente Togetsukyo #kyoto #japan #japon #puente #bridge

Muy cerca del puente, junto al templo Tenryu-ji, hay un pequeño bosque de bambú. Está vallado y no puedes caminar entre los árboles, pero si miras hacia el cielo son tan altos que te envuelven y te olvidas.

Bamboo forest

Shibuya, Tokio, 6 de mayo de 2012

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Flor de cerezo, leche con sal

Son las 19.55, ya noche cerrada en Japón, y estamos volviendo a Tokio en el Shinkansen. Vamos en un vagón de fumadores porque eran las últimas plazas que quedaban, y ahora lamento no haber traído mascarilla. Bastantes personas la llevan en el compartimento, de hecho es muy común verlas por todas partes. Al parecer las usan tanto los alérgicos como los que están resfriados o con algún virus y no quieren contagiar a los demás.

Hoy en Arashimaya creo que hemos comido el equivalente nipón al cocido, por aquello de que se toma en varias fases. En una cazuelita de metal con tapadera y base de madera te sirven la carne muy especiada -ternera o pollo, yo elegí lo segundo- acompañada de verduras y arroz. En un cuenquito te vas sirviendo raciones hasta que solo queda arroz. Entonces lo pones en el cuenco junto con el caldo que te ha traído la camarera mientras tomabas la carne, y lo aderezas con algas y cebolla china. Dicho así suena bien, pero no. Lo que había en mi cazuela era una plasta, eso en mi pueblo es que se te pase el arroz. Si ya era difícil comerlo con la carne, echarle más agua caliente podía ser dramático. Así que me tomé la sopa miso que estaba incluida en el plato y me puse a pensar en el merecido postre.

Pues eso #japan #japon

El postre fue un helado de un puestecito que vimos junto al restaurante. Costó decidirse porque había propuestas la mar de poéticas: vainilla negra, sésamo negro con leche de soja, leche con sal, flor de cerezo, melocotón blanco… Fui cobarde y me tomé el de rare chocolate & cookies, preparada para todas las sorpresas que podía esconder el «rare». Pero sabía a helado de chocolate occidental.

"Rare chocolate & cookie icecream"

Y una nota sobre la bebida: en el restaurante pedimos la única cerveza que tenían, Vedett Extra White. La camarera nos intentó explicar algo señalando la carta de sakes, con tal éxito que pedimos un sake y dos Vedett.

Sake #japon #japan

La Vedett, que según he comprobado es belga, resultó tener aspecto de cerveza muy clarita y sabor a sake, a patata o a algún ingrediente que no asocio a la cerveza. Claro que yo no soy cervecera. Así que me tomé dos tés verdes, que eran gratis y además los servían fresquitos.

Biru muy muy extraña de sabor #beer #cerveza #japon #japan

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Los ciervos de Nara

Por fin sol radiante en Kyoto a solo medio día de emprender el regreso a Tokio. Hoy nos hemos despertado con un hambre canina después de la cena de anoche a base de shabu-shabu. Cualquier plato de carne que no esté embadurnado en salsa es mi perdición estos días.

Shabu-shabu #kyoto #japon #japan

Acabábamos de regresar de Nara y allí habíamos visto decenas de puestecitos de brochetas. Olían que alimentaban pero para nosotros era la hora de la merienda y no procedía. Así que llegamos a Kyoto con un único deseo: comer carne https://vaigeneric.com/generic-viagra/. Dicho y hecho.

Pinchos en Nara #nara #japon #japan

En los jardines del templo de Nara hay cientos de ciervos que se dejan acariciar y fotografiar. En los tenderetes del mercadillo de la entrada vendían galletas para darles de comer. A esa hora de la tarde parecían más que saciados y les atraía más un puñado de hierba.

Konichiwa Ciervo-san! #nara #japan

El gran templo de Nara (Todai-ji) es el edificio construido íntegramente de madera más grande del mundo.

Nara. El edificio de madera más grande del mundo

En su interior está la estatua de Buda más grande de Japón y algunos diablos que preferirías no ver de noche.

Y dentro del Tōdai-ji tenemos el Virocana Budha, el mas grande de Japón, 30metros #nara #japan

Koumoku-ten hecho de madera en el templo Tōdai-ji #nara #japan

La otra gran atracción del templo es un grueso tronco de árbol horadado; el niño que lo atraviese alcanzará el Nirvana.

La cosa va así: Si consigues que tu zagal supere el pánico inicial y pase por este agujero en un pilar de madera del templo Tōdai-ji alcanzará el nirvana cuando muera #nara #japan

Camino a la estación nos detuvimos a admirar la pagoda de cinco pisos de Kofujuki, de las más altas del país y símbolo de Nara.

Pagoda de Kofujuki #nara #japon #japan

Y vuelta al hotel en la noche más fresca del viaje.

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