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Etiqueta: Japón

El moderno castillo de Osaka

Última noche en Kyoto. Este día no ha sido tan agotador porque hemos pasado mucho rato en los trenes y a estas alturas viajar sentado es estar en la gloria.

Kyoto Tower #kyoto #japan #japon

El comienzo ha sido un fracaso. Desplazarte hasta Osaka para ver un castillo samurai y encontrarte una flamante reconstrucción con siete plantas de museo repletas de pantallas planas y vitrinas es frustrante. Siendo constructivos, mejor pensar que si no hubiéramos ido estaríamos lamentándolo, más que nada porque Osaka está a solo media hora de Kyoto.

Castillo de Osaka #osaka #japan #japon

Tras subir a pie siete plantas por una angosta escalera con una horda de turistas locales a velocidad de caracol por fin hemos alcanzado el mirador. Está al aire libre y da la vuelta completa a la torre, cual Empire State. A codazos te abres paso para tomar alguna foto de los rascacielos, luego bajas del castillo, te metes en el tren y adiós Osaka.

Desde el castillo de Osaka #osaka #japan #japon

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Los torii de Fushimi-Inari (Kyoto)

Tren rumbo a Osaka, 9.06 de la mañana. Ayer fue un día de templos en Kyoto, empezando por el de Fushimi-Inari. El recinto abarca toda la montaña, y lo recorres bajo una infinidad de puertas (torii) naranjas. Hay tramos llanos pero muchos más de escaleras. Oí exclamar a un americano «bone breaker!», y no le faltaba razón, no tanto por lo agotador de la ruta como porque había llovido horas antes y el suelo de piedra resbalaba. Merece muchísimo la pena el esfuerzo, te sientes en un lugar único en el mundo.

Fushimi-Inari #japan #japon

Al principio la subida es tumultuosa, pero no todos los visitantes hacen el recorrido completo y una vez en lo alto la sensación de aislamiento es liberadora. Allá arriba hay carteles que te advierten de que hay monos salvajes por la zona. Si los ves no debes sacarles fotos, mantener contacto visual, ofrecer comida o mostrar alimentos. Tienes que hacer como si les fueras a lanzar una piedra y entonces se van. Pero no vi ninguno siquiera de lejos 🙁

Fushimi-Inari #japan #japon

Antes de iniciar el ascenso, en uno de los templos se celebraba una ceremonia. Alguien entregaba un papel con su ¿plegaria? a las bailarinas, ataviadas con túnicas blancas con bandas de colores en las mangas. A continuación efectuaban una danza ceremonial acompañadas por instrumentos tradicionales y cánticos entonados por el grupo que estaba sentado al fondo del templo, también con vestimenta religiosa. Por último, bendecían a quien había hecho la petición con unos pequeños cetros dorados con cascabeles.

Fushimi-Inara #fushimiinara #japon #japan

A los pies de Fushimi-Inari degustamos la mejor comida del viaje hasta hoy sentados (recostada en mi caso) en tatamis. Callejeando camino a la estación vimos establecimientos que tenían en la calle una parrilla en la que preparaban pinchos de algún tipo de ave. Entramos en uno y pedimos exactamente eso. Era yakitori, por lo visto es común tomarlo al salir del trabajo acompañado de una cerveza. Lo habitual es que sea de pollo, pero en este caso no supe identificar el pájaro. Lo sirvieron despiezado, sin pincho, ¡estaba delicioso! Yo lo acompañé de una tortilla japonesa y un «orange juice» que era una especie de fanta sin gas. Además de té, por supuesto, que es lo primero que te ponen en la mesa cuando te sientas en un restaurante. De postre nada.

Yakitori #japon #japan

Tortilla japonesa #japan #japon #omelette

"Orange juice" (?) #japan #japon

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Noche mágica en Gion y Pontocho (Kyoto)

Diez de la mañana en la estación de Kyoto. Estoy sentada en un tren con destino a Fushimi Inari y aliviada por no tener que coger el autobús. Ayer tomé tres y constaté que el estoicismo nipón no conoce límites. El índice de humedad era insoportable, el calor insufrible y el número de pasajeros ni lo quiero saber. Pero allí seguían ellos, con su manga larga -alguna norma no escrita debe de decir que en estas fechas aún no puedes sacar la ropa de verano-, sin abrir ni una ventanilla y, lo más sorprendente de todo, ¡sin sudar una gota! Y mientras yo arrancándome el chubasquero, quitándome los brillos de la cara, haciéndome un moño y soltando el paraguas para poder resistir los minutos que me quedaran allí dentro.

Dicho esto, pasemos a lo bueno: la noche en Pontocho y Gion fue mágica, como si se hubiera detenido el tiempo. Pontocho es una larga callejuela de casitas tradicionales con farolillos colgando de las fachadas de madera. Acoge restaurantes de comida japonesa y casas de té y llega a su fin junto al río Kamogawa. Precisamente los locales más exclusivos tienen amplias cristaleras con vistas al cauce.

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Gion, al otro lado del río, es el barrio de las geishas. Había llovido y la tenue iluminación de las casas y farolas se reflejaba en los adoquines mojados y parecía que estabas dentro de un sueño. No había apenas trasiego por ser un día laborable y lluvioso.

El cableado de las calles es exterior, tanto aquí como en el resto de Kyoto, para detectar y arreglar averías fácilmente cuando hay terremotos. Esto le da un aire todavía más retro a Gion.

Gion #kyoto #japan #japon #gion

Paseando por Gion vi varios taxis que se detenían en alguna puerta y esperaban a que saliera el cliente. Podían pasar muchos minutos y allí seguían. Los pocos que circulábamos por la calle hacíamos tiempo por si aparecía una geisha. Pero no vimos a ninguna, solo señoras mayores con vestimenta tradicional que debían de ser instructoras o algo parecido.

Gion, el barrio de las geishas de Kyoto #kyoto #japon #japan

A mediodía visitamos el templo de Ginkaku-Ji, una delicia que ni con mal tiempo pierde encanto. Los senderos empedrados discurren entre estanques, jardines zen, construcciones tradicionales y unas cuantas ranas que no se callan aunque llueva.

Ginkaku-Ji #japan #japon #kyoto

Me encanta esta foto de jóvenes en kimono por los jardines. Los estampados que han elegido son de los más bonitos que he visto hasta hoy. He visto casos en los que se exceden con los contrastes o el tamaño de las flores, y eso le resta delicadeza al conjunto.

Tradition, Ginkaku-Ji #japon #japan #kyoto

A unos metros de Ginkaku-Ji empieza el Paseo de los Filósofos, un camino de piedra entre cerezos bordeando un pequeño canal. Tiene que ser impresionante durante el Sakura (floración de los cerezos) y un infierno para los alérgicos. Como era una tarde lluviosa estaba tan tranquilo que cualquiera no se arrancaba a filosofar.

Paseo de los Filósofos #kyoto #japan #japon

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New York Bar + Yokohama

Ya en la cama en Kyoto recuerdo lo que hice hace exactamente 24 horas: subir al New York Bar, en la última planta del hotel Park Hyatt de Tokio. Allí mataban el tiempo unos apáticos Bill Murray y Scarlett Johansson en Lost in Translation (Sofia Coppola, 2003).

At パークハイアット東京 (Park Hyatt Tokyo)

Desde que llegué a Japón no he visto en ningún lado más occidentales por metro cuadrado que en este bar de americanos para americanos. Te cobran solo por entrar, supongo que para controlar la afluencia de turistas, pero un día es un día y las vistas de Tokio de noche desde su pared acristalada piramidal te dejan sin aliento. Lo mismo pensaron otros grupos que rondaban por la sala cámara en ristre tras permanecer un tiempo de cortesía tomando un cóctel.

More Tokyo at night #tokyo #tokio #japon #japan

Anoche había música en directo, todo clásicos americanos como en la película. Por ejemplo, Misty.

Look at me, I’m as helpless as a kitten up a tree
And I feel like I’m hanging from a cloud, I can’t understand
I get misty, just holding your hand…

Yokohama
Unas horas antes visité el que hasta ahora me ha parecido el barrio más occidental de Tokio: Yokohama. Decir barrio resulta exagerado teniendo en cuenta que está a 30 km del centro de la capital, pero es lo que es. Con sus elegantes cafés, edificios de aire neoclásico e indicaciones en inglés casi te olvidas de que estás en Japón.

En Yokohama está el mayor puerto del país y la reputadísima terminal de pasajeros del muelle de Ooshanbashi, obra de Zaera Polo. En lo alto de la terminal hay senderos y espacios verdes tapizados de césped natural.

En el moderno distrito de rascacielos Minato Mirai, en Yokohama, está la torre más alta de Japón: la Landmark Tower. Al parecer, su ascensor es de los más veloces del mundo (45 km/h) y asciende 273 metros en un minuto. El edificio preside el skyline junto a la gigantesca noria Cosmo Clock 21.

Yokohama #yokohama #japon #japan #tokio #tokyo

En Yokohama también visité Chinatown, la mayor comunidad china de Japón. Como en Little Italy, los vecinos hacen patria con infinidad de detalles: faroles rojos en cada calle, dragones en los escaparates, patos colgados en las ventanas de los restaurantes, puestos de verduras y de descomunales dim sum para llevar…

Chinatown #yokohama #tokio #tokyo #japon #japan

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El Gran Buda y el pez mantequilla

9.03 de la mañana en Tokio. Acabo de montar en el shinkansen (tren bala) rumbo a Kyoto. Según me dicen, no es más rápido que el AVE y su velocidad media es de 250 km/h. Para llegar en menos tiempo podría haber tomado el nozomi, que no efectúa paradas pero también es más caro. Antes de subir al shinkansen, un ejército de mujeres con uniforme rosa ha limpiado los vagones a velocidad de vértigo. Esta operación se repite cada vez que un tren llega al fin del trayecto, ya lo vi en el Narita Express que me trajo del aeropuerto.

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El inicio del viaje está siendo algo molesto porque estamos viviendo la experiencia “bocata de chorizo en el tren” en versión nipona. No sé qué están comiendo los de atrás (¿encurtidos?) pero es tan intenso el olor que no me deja concentrarme. Además, unas compañeras de vagón han derramado su bebida y han provocado un río de café que ha movilizado a los revisores, que armados con cajas de tissues se han agachado a limpiar el suelo. ¿Cómo se hubiera resuelto este incidente en España? Pero acortemos, que hay cosas que contar de la demoledora jornada de ayer.

En Japón se celebra estos días la Golden Week y mucha gente está de vacaciones. Esto tiene sus ventajas -aunque en hora punta, en el metro íbamos holgados- y sus desventajas: los sitios turísticos están llenos. Lo comprobé ayer al visitar los templos de Kamakura, a 50 km de Tokio.

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Aunque no hubiera un solo templo, la visita a Kamakura merecería la pena porque es una delicia subir por sus colinas boscosas y respirar la calma de algunos rincones, con la nota desasosegante de los cuervos, que están por todas partes y a veces parecen hablar en vez de grajear. Que se lo digan a Murakami xD

Zenen Kencho #kamakura #japan #japon

Por la ruta de los templos de Kamakura es frecuente ver a los monjes del lugar, con el pelo rapado, la túnica morada y las chanclas de madera que llevaba Marlon Brando en La casa de té de la luna de agosto.

Monje en Kamakura #kamakura #japon #japan

También hay casa de té aquí, pero sobre todo hay campanas centenarias, caminos porticados, fuentes para lavarse las manos y varios templos como el de Tsurugaoka Hachiman-gū, el más tumultuoso con diferencia.

#japan #japon #templo #temple #kamakura

Pero el plato fuerte de Kamakura es el Gran Buda (Daibutsu), con más de 700 años de antigüedad. Es el segundo más grande de Japón. Estaba en un templo pero un tsunami lo engulló y dejó el inmenso buda de bronce al descubierto. Se puede visitar el interior y observar los diferentes arreglos llevados a cabo para hacerlo más resistente a los caprichos de la naturaleza. Por las paredes, los fieles han ido buscando la forma de incrustar o encajar monedas.

El Gran Buda #japan #japon #kamakura #buddha #buda

Tras visitar los templos comimos en la calle principal de Kamakura, un precioso paseo con las clásicas puertas de acceso a los templos (torii) en rojo intenso. El restaurante debía de ser de los más turísticos, porque no solo ofrecía un tipo de comida (tempura, sushi, parrilla) sino todas las opciones, algo muy poco frecuente en Las zonas de Tokio visitadas estos días. Pedí un plato de sashimi que incluía un pescado no identificado que según comprobaciones posteriores resultó ser pez mantequilla. Por su textura mantecosa ya se adivinaba. No fue precisamente un bocado sabroso.

Sashimi gohan #japan #japon

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Akihabara – Marunouchi – Ginza – Ikebukuro

Konichiwa otra vez. Son las 9.48 de la mañana en Shinjuku y acabo de tomar un cercanías con destino a Kamakura.

Voy adormecida porque por una confusión -una de tantas- he desayunado un gran vaso de leche blanca. Pero esta vez no voy a hablar de comida, sino de la ruta de ayer: Akihabara – Marunouchi – Ginza – Ikebukuro.

Akihabara
Es el barrio de la electrónica. Te ves en las pantallas de todas las tiendas de cámaras y te mareas entre montones de piezas que no sabría nombrar.

Algunos establecimientos sin túneles infinitos, puestos y puestos de cacharritos que, con el bochorno que hacía ayer, parecían arrastrarte al infierno de los electrónicos. En esta foto se ve un surtido de clemas y conectores DB (sic)

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La gran tienda Sega tiene una muy fotogénica fachada roja y ascensores para ninjas. El lapso para dejar entrar/salir debe de ser de medio segundo. ¡Hay que darse prisa!

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Taito Station es la locura de los juegos recreativos. El Stradivarius de Gran Vía es un paraíso zen al lado de este aquelarre.

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El edificio Softmap es una monada en azul.

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Las lolitas y el cosplay están por todas partes en Akihabara. En cada cruce hay una risueña adolescente repartiendo flyers con su minivestido, tacones, lazos, encajes, puntillas, medias sobre la rodilla y maquillaje pastel. Tienen un olfato infalible para detectar las cámaras. ¡Imposible hacerles fotos! Las dependientas de las tiendas van disfrazadas de personajes manga, con pelucas de colores imposibles y ojos perfectamente dibujados.

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Marunuochi
Caminando 20 minutos por una zona de oficinas llegas desde Akihabara hasta Marunouchi, el barrio en el que se encuentra el Palacio Imperial. El recinto está cerrado al público porque la familia real reside allí, pero es posible visitar los jardines que lo rodean en torno a un doble foso. Ni rastro de Masako, la príncesa triste. De casa no se puede quejar.

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Ginza
Es la zona de las boutiques de lujo, como la Quinta Avenida a la altura de Tiffany’s y sin un solo occidental a la vista. Tampoco hay papeleras, y esto lo hago extensivo al resto de los barrios visitados hasta ahora. Llevo dos días guardando papelitos, kleenex, envases y envoltorios en bolso y bolsillos.

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En Ginza hay un cruce muy popular, aunque no tanto como el de Shibuya. Atravesando su calle principal se llega al Teatro Kabuki-Za, que no he podido visitar porque lo han demolido para reconstruirlo a prueba de terremotos.

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Ikebukuro
Otra orgía de luces y juegos recreativos. Su calle principal se llama nada menos que Sunshine Street.

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En el Sega de Ikebukuro las dos últimas plantas solo admiten a chicas. Si algún despistado sube, una dependienta le imprecará hasta que se marche. Y si no funciona, lo arrastará sin miramientos hasta el ascensor (hechos verídicos).

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Aciertos y desaciertos (gastronómicos)

Konichiwa. Son las 23.30 y hace unas cinco horas que es de noche en Tokio.

Dice Elvira Lindo en su último libro, Lugares que no quiero compartir con nadie, que el que ha sido gordito en la infancia lleva de por vida a un gordo dentro que aflora cuando hay oportunidad de hablar de comida. Y si no la hay, la busca. Así que hoy toca post gastronómico.

Entre mis compañeros de viaje no hay ningún apóstol de la cocina nipona, así que la elección de restaurantes y cafeterías está siendo relajada e improvisada.

El día ha empezado con donuts, bollo que parece entusiasmar a los jóvenes japoneses a jugar por la cantidad de establecimientos especializados que estoy viendo. En el Krispy Kreme que hay frente al hotel me he tomado uno de arce y otro de tarta de queso de limón recién amasados y horneados en el local.

Desayunando en una fábrica de donuts

En líneas generales, la comida del día ha sido un éxito salvo dos bocados para el olvido. El primero fue en el almuerzo. Camino al Palacio Imperial desde Akihabara, en una calle nada turística elegimos un restaurante que servía algunos platos a la parrilla. Para no jugármelo todo a una carta me decanté por esta bandeja variada:

A comer! #tokyo #japan #tokio #japon

Abajo a la derecha se puede ver calabacín en salsa, una auténtica pesadilla para mi paladar con su textura harinosa y su salsa estomagante. Lo mejor, la reconfortante sopa miso y una ensalada cuyos ingredientes no llegué a adivinar.

Por la tarde se produjo otro hito gastronómico, pero de los buenos. A unos pasos de las tiendas de Dior y Armani en Ginza se encuentra una pequeña porción de Bélgica en Japón: Manneken. En esta gofrería hay colas para hacerse con un gofre artesano. Yo he probado el de arce y el de chocolate, ¡un pecado! También había de té verde, cómo no.

Colas para pillar un gofre #ginza #japon #tokio #japan #tokyo #waffle #gofre

Y con la cena llegó el segundo bocado desafortunado. Era el primer encuentro con el sushi fuera de España y opté por un plato variado de maki y nigiri de atún, salmón, cangrejo, sepia, huevas… Todo bien hasta que se me ocurrió ingerir el único maki no identificado, que resultó ser ¡de erizo! Puedo contar con los dedos de una mano los alimentos conocidos que no soporto, y el erizo me temo que encabeza la lista. Solo recordarlo me crea malestar, menos mal que la velada se enderezó con una sabrosa -aunque escasa- bola de helado de judía.

Sushi #tokyo #tokio #japan #japon

Postre: helado de judía + té verde #japon #japan #tokio #tokyo

Shinjuku, 30 de abril de 2012

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Buenos días desde Shinjuku

5.30 de la mañana. Amanece sobre Shinjuku Gyoen, y hoy menos que nunca lamento el madrugón que me ha provocado el jet lag. Repaso un tarjetón de Eastside views que el hotel ha preparado para guiar a los que nos asomemos a la ventana: a la izquierda, galerías comerciales como Isetan y Takashimaya; en el centro, algo borrado por la contaminación, el Tokyo Sky Tree y el Shinjuku
Gyoen, ese pulmón verde entre rascacielos que ayer no pudimos visitar porque ¡cierra a las cuatro! Algo más a la derecha, casi tapada por el altísimo edificio DoCoMo Yoyogi, está la Tokyo Tower, y más allá se atisban la zona de Shibuya y los edificios que rodean la bahía de Tokio.

Tokyo is waking up #japan #japon #tokio #tokyoEl hotel está en todo. Vistas desde mi ventana. #tokyo #tokio #japon #japan #shinjuku

Confieso que no llevo preparado este viaje. En primer lugar, porque varios de mis acompañantes ya han estado en Japón y son devotos del país (nunca retiene uno más los datos que cuando ama un lugar); y después, porque desde que tuve los billetes viví con pánico a las 12 horas de vuelo que me esperaban, sin contar la conexión en Amsterdam. Por suerte las sobrellevé con la mezcla exacta de química, euforia de inicio de vacaciones, resignación e ilusión por divisar desde el aire la estepa siberiana y el sol de medianoche. No puedo decir a ciencia cierta si los vi o no, quiero pensar que sí y he aquí la foto:

Sol de medianoche sobre Siberia

Llegamos a Tokio ayer a mediodía muertos de hambre y para ahorrarnos negociaciones comimos en… ¡un italiano! Papa Milano se llamaba, en las plantas inferiores del edificio que acoge el Hotel Century Southern Tower, en Shinjuku. Tras pedir sparkling water me pareció que el camarero pronunciaba la comanda de forma algo sospechosa, y estaba en lo cierto: inauguré mi visita a Tokio con una entrañable copa de Freixenet (sic) a precio de oro.

Después de tomar una pizza Naples 🙂 nada menos que en el Día del Emperador subimos hasta el piso 53 del Ayuntamiento de Tokio, famoso por las escenas de cuervos que hace unos años vimos en los telediarios. Doy fe de que hay muchos, su grajeo se escucha sin cesar.

Ayuntamiento de Tokio #tokyo #tokio #japon #japan

Desde el Ayuntamiento disfrutamos de una panorámica impresionante de la ciudad, algo deslucida por la bruma, que no dejaba ver el Monte Fuji. Pero me consta que lo veremos pronto desde más cerca. Sí pudimos contemplar el Park Hyatt, a.k.a. el el hotel de Lost in Translation.

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A continuación, y con una temperatura envidiable -todos en manga corta- nos fuimos a callejear por Shinjuku. Estaba a punto de atardecer, momento perfecto para disfrutar de su explosión de luces. No sé si es temporada baja o que prefieren otras zonas, pero en Shinjuku no había un solo occidental. Todo eran adolescentes nipones, de ellas puedo confirmar que no trabajan las pantys y en su lugar llevan medias por encima de la rodilla y muslos al aire. Las bailarinas con mini calcetines de encaje también les encantan.

Shinjuku de noche es como si Times Square se hubiera propagado por decenas de calles adyacentes. No son precisamente vías muy anchas y la combinación de luces parpadeantes y de melodías y frases publicitarias en japonés resulta muy Blade Runner.

Shinjuku #tokyo #tokio #japon #japan

Por la noché celebré el gran día nipón cenando emperador, exquisito por cierto, en una marisquería de Takashimaya. Confirmé que la norma es no ofrecer postre después del segundo plato, simplemente te traen la cuenta. Mi dieta y mi economía saldrán ganando.

Pez espada

Shinjuku, 30 de abril de 2012

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