Vivimos en la era del trauma porn: todo tipo de especialistas van hurgando en nuestro pasado para encontrar el origen de defectos, incapacidades y fracasos. Y muchos, como es habitual en cada etapa que vamos quemando, hacen caja con ello.
Ayer escuché una entrevista a Kelly McDaniel, autora del libro Mother Hunger: How Adult Daughters Can Understand and Heal from Lost Nurturance. McDaniel lleva casi 20 años trabajando en el concepto de mother hunger o hambre, necesidad de madre que todas, según ella, podemos llegar a sentir.
Parte de que, desde bebés, para sobrevivir necesitamos tres cosas: que nos quieran y apoyen, que nos protejan y que nos guíen. Son necesidades primarias que, si no se han cubierto siendo hijas, inconscientemente trataremos de satisfacer de mil maneras, por ejemplo comiendo mal (trastornos alimentarios), quedándonos atrapadas en relaciones tóxicas o buscando lo que nos faltó en diferentes personas a lo largo de la vida. Para colmo, dice, puede que no nos demos cuenta de esta dinámica hasta pasados los 40, 50 o incluso 60 años.
Y ahora llega lo duro: ¿tienen nuestras madres la culpa de todo, por más que hicieron lo que pudieron dadas las circunstancias? O, igual de autodestructivo, ¿estamos condenadas a «romper» emocionalmente a nuestros hijos cada vez que una época difícil hace imposible ser la mejor madre?
Como consuelo queda ese mantra de que detrás de estas preguntas está tu voluntad de hacerlo bien.
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