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Etiqueta: Nora ephron

¿A qué cosa te gustaría poner tu nombre? – Libros de Nora Ephron (I): No recuerdo nada y otras reflexiones

Norah Ephron, I Remember NothingSi pudieras dar tu nombre a algo, ¿qué sería? El juego lo proponía Nora Ephron  (1941-2012) en su último ensayo, el divertido y afiladísimo No recuerdo nada y otras reflexiones (2010). A mí se me ocurren bastantes cosas: un volcán, un chocolate fondant, un vestido, una clase de tomate, un detergente, un risotto, una coca, un merengue… ¡cuánta comida!

Cuando murió Nora Ephron me leí todos sus libros. Como dice Elvira Lindo, honro a los muertos dejando que ocupen mi mente durante un rato (no recuerdo de qué libro, artículo o entrevista saqué esta cita). Además de directora (Algo para recordar, Tienes un email, Julie & Julia), guionista (Cuando Harry encontró a Sally) y novelista (Heartburn -Se acabó el pastel-) de éxito, Ephron fue chica del correo, clipper y fact checker en Newsweek, reportera del New York Post, articulista sobre el papel de la mujer en la sociedad estadounidense en Esquire, autora teatral, blogger y hasta becaria de John F. Kennedy.

Su forma de pensar está recogida en varios ensayos, a cual más chispeante. En I Remember Nothing and Other Reflections habla sobre el periodismo, las lagunas de la memoria, Nueva York, la madurez o una de sus grandes pasiones, la cocina, que le llevó a dirigir Julie & Julia, inspirada en la chef televisiva Julia Child. Incluye su famosa lista de las cosas que echaría de menos al morir y las que no. Decenas de medios la reprodujeron cuando publicó el libro y sobre todo cuando nos dejó:

Lo que no echaré de menos:
La piel seca
El email
Mi armario
Lavarme el pelo
Los sujetadores
Los funerales
La enfermedad acechando por todas partes
Las encuestas que dicen que el 32% de los americanos son creacionistas
Las encuestas
Fox TV
El colapso del dólar
Las flores muertas
El ruido de la aspiradora
Las facturas
El email, ya lo he dicho pero quiero enfatizarlo
El cuerpo de letra pequeño
Las conferencias sobre la mujer en el cine
Desmaquillarme por la noche 

Lo que echaré de menos:
Mis hijos
Nick
La primavera
El otoño
Los gofres
El concepto de gofre
El bacon
Pasear por el parque
La idea de pasear por el parque
El parque
Shakespeare in the Park
La cama
Leer en la cama
Los fuegos artificiales
Las risas
Lo que se ve por la ventana
Las luces navideñas
La mantequilla
Una cena en casa para nosotros dos solos
Cenar con amigos
Cenar con amigos en ciudades en las que ninguno vivimos
París
El año que viene en Estambul
Orgullo y prejuicio
El árbol de Navidad
La cena de acción de gracias
One for the table
The Dogwood
Darme un baño
Atravesar un puente hacia Manhattan
Las tartas

Como anuncia el título, un tema recurrente en el ensayo es la memoria cuando falla:

Llevo años olvidando cosas, por lo menos desde que estaba en la treintena. Lo sé porque ya escribí entonces sobre ello.

Me gusta la crítica que hace de esos libros cuyo título es tan poco específico que no hay forma de recordarlo:

«Revés de la fortuna»: ¿cómo puede alguien acordarse de ese título? No tiene que ver con nada.

Y es cómico ver que no recuerda nada de personalidades a las que tuvo la suerte de conocer:

Algunas personas que he conocido de las que no recuerdo nada: Groucho Marx, Ethel Merman, Jimmy Stewart, Alger Hiss, el senador Hubert Humphrey, Cary Grant, Benny Goodman, Peter Ustinov, Jacqueline Kennedy Onassis, Robert Morley, Dorothy Parker.

Pero también toca uno de sus temas preferidos, el periodismo:

Elegí el periodismo. No tengo ni idea de por qué. Debió de ser en parte por Lois Lane, y en parte por un libro maravilloso que me regalaron unas navidades, titulado «El tesoro del gran periodismo».

He aquí la esencia del periodismo: realmente llegas a pensar que vives en el centro del universo y que ese mundo de ahí fuera está en vilo esperando la próxima entrega de cualquiera que sea la publicación para la que escribes.

No sabía mucho sobre nada, y estaba en una profesión en la que no lo necesitaba. Me encantaba la rapidez. Me encantaban los titulares. 

Habla sobre su ciudad, Nueva York (aunque creció en Beverly Hills):

El agente de la inmobiliaria nos aseguró que el sur del Village era un barrio en alza, a punto de estar de moda. Esto no fue cierto hasta veinte años después, cuando la zona ya se llamaba SoHo y yo me había marchado tiempo atrás. 

Sobre los errores de ambientación en las películas:

Hay una cosa que me repatea cuando veo películas que transcurren en los cincuenta o primeros sesenta: la gente no para de decir «joder». Creedme, nadie usaba esa palabra como ahora. Y os diré algo más: entonces no se bebía vino. Nadie sabía de vinos. De acuerdo, algunos sí, obviamente, pero la mayoría de la gente tomaba licor durante todo el día. Hace poco vi una película en la que la había pizza para llevar en 1948 y casi me volví loca. No había pizza para llevar en 1948. Apenas había pizza, y apenas había nada para llevar. Son algunas de esas cosas completamente inútiles que sé y que ocupan demasiado espacio en mi cerebro.

Sobre la mujer de antes y sobre su madre en particular, que se hizo alcohólica cuando Nora tenía 15 años:

Las reglas de mi madre: nunca te compres un abrigo rojo; la carne roja evita que te salgan canas; las fajas arruinan los músculos del estómago; los medios y el fin son lo mismo.

La tía Minnie de mi madre fue la primera mujer dentista de la historia mundial.

Sobre la paternidad y la familia:

Por mi experiencia sé que nadie excepto tus mejores amigos se interesa de verdad por tus hijos. 

Siempre piensas que un relámpago va a hacer que mágicamente tus padres se conviertan en las personas que te gustaría que fueran, o que volvieran a ser los que eran.

Sobre el pelo en la madurez:

Los remolinos han vencido, y crean un hueco pequeño que no llega a ser una calva. Está ahí cuando me levanto; entonces lo arreglo y desaparece. Y un par de horas después vuelve a aparecer. 

Sobre libros:

Casi todos los libros que se publican como memorias se escribieron inicialmente como novelas, pero el agente/editor dijo: «Funcionaría mejor como memorias». 

Sobre la comida:

Una tortilla fabulosa lleva dos huevos enteros y una yema extra, y por cierto, lo mismo sirve para los huevos revueltos.

Me encanta la sal, la adoro […] Antes había siempre sal en la mesa. Ahora la mayoría de las veces no hay. La razón está en que el chef de esta forma expresa enérgicamente que la comida está aliñada correctamente […] Me ofende que pedir sal parezca una agresión hacia el chef, cuando es justamente lo contrario. Cuando hay sal en la mesa no es lo que yo considero sal. Es lo que se conoce como sal marina, lo que solía llamarse sal kosher, pero ese nombre ya no es glamouroso.

Antes si necesitabas una cuchara para un postre te daban una cucharilla. Eso se acabó, y es una pena […] El postre quieres que dure. Quieres saborearlo. Y no puede durar si te dan una cuchara enorme para tomarlo.

Sobre el fracaso:

Un par de mis fracasos al final resultaron éxitos de culto, lo que es tu última esperanza para un fracaso, pero la mayoría de mis fracasos se quedaron en fracasos. 

Los fracasos se quedan contigo de una forma que nunca lo hará un éxito. Te torturan. 

Lo principal que aprendes de un fracaso es que es perfectamente posible que tengas otro. 

Y algunas frases con sabor a despedida:

Tomas tantas pastillas por la mañana que no te queda sitio para el desayuno.

Todo el mundo se muere. No puedes hacer nada contra eso. Comas o no comas seis almendras al día. Creas o no creas en Dios.

Asumir que puede que solo me queden unos pocos años buenos me ha golpeado con fuerza.

Mi idea de un mundo perfecto es una natilla helada en Shake Shack y un paseo por el parque (seguido de un Lactaid). Mi idea de una noche perfecta es una buena función teatral y una cena en Orso (pero sin ajo, o no podré dormir).

Siempre estábamos allí a finales de junio, mi época del año favorita, cuando el sol no se pone hasta las nueve y media de la noche y te sientes como si fueras a vivir para siempre. 

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Desde el Upper West: Nora Ephron & Elvira Lindo

En 2006, Nora Ephron contó en The New Yorker su historia de amor con un apartamento del edificio Apthorp, en el Upper West Side de Nueva York.

El Apthorp lo mandó construir William Waldorf Astor a principios del siglo XX, y Ephron tuvo la suerte de alquilar el apartamento cuando aún no se había rehabilitado, tenía ratones, las chimeneas no funcionaban y había asbestos en los radiadores. Era 1980 y pagaba 500 dólares al mes  que se convirtieron en 12.000 cuando los nuevos dueños convirtieron la finca en el edificio de lujo que es hoy.

La forma de narrar -y de hacer humor- de los judíos americanos me tiene fascinada, estoy saltando de Malamud a Bashevis Singer y Bellow y después de vuelta a Malamud  pasando por Nora Ephron. Me da mucha pena haber descubierto a Ephron como periodista y escritora ahora que ya no está, pero mejor tarde que nunca. Y de paso hago un pequeño homenaje a su talento.

Después de años en el Upper West, ella acabó en el Upper East, donde al parecer el clima es más benévolo lejos de las batidas del río Hudson.

Lugares que no quiero compartir con nadie, de Elvira Lindo

Quien ahora vive en el Upper West es Elvira Lindo. En Lugares que no quiero compartir con nadie habla de este barrio de gente progresista, cultivada y en muchos casos judía cuyos verdaderos protagonistas son los viejos […] Disfrutan de ese ambiente residencial en el que nada es cool pero (casi) todo es auténtico. Los viejos de Manhattan suelen estar en el norte de la isla; los jóvenes, en el sur […] En el noreste, despliegan la extravagancia del dinero; en el noroeste, donde está mi casa, la dejadez indumentaria que está permitida en uno de los barrios más progresistas y claramente diversos de Manhattan.

Un ejemplo de lo que habla es este vídeo, Evolved Style on the Upper West Side.

Y esta ilustración de The New Yorker que firma Roz Chast, nacida en Brooklyn, que incorporan en esta y en otras publicaciones literarias a personajes del «otro lado» de la ciudad, al estereotipo del West Side, individuos de aspecto más desastroso y naturaleza atormentada o enfrentada a las contracciones de su tiempo […] creyentes en esa biblia que es el New York Times.

He sacado mil notas del libro, el que más me ha gustado de los suyos. No tiene un orden claro, es breve y se va por las ramas, dejándose llevar por su cariño hacia cada sitio y su historia: El secreto de esta crónica es que está escrita para mí, para esa persona que yo seré en un futuro.

Para situarnos: Mi barrio, que de sur a norte comienza en Lincoln Square y termina en la Universidad de Columbia, y de este a oeste, el río Hudson a Central Park.

Ahí van mis notas:

… sobre el apego a su barrio de los neoyorkinos en general y de los del Upper West en particular

Lo que caracteriza a un irreductible habitante de Manhattan es que mueve muy pocas veces el culo para salir de la isla.

Los de siempre, los neoyorkinos, viviendo a fondo el barrio que les tocó en suerte, construyendo su propio hábitat dentro de la ciudad para hacerla más habitable y sin sentir la necesidad de abarcarlo todo.

Barbara es tan Upper West que apenas ha cruzado el puente de Brooklyn dos veces desde que llegó a Nueva York en el año 1973.

… Lexington Avenue y alrededores

Lexington, sobre todo el tramo por el que paseo ahora, a la altura de la calle 70, ofrece una autenticidad que sólo los neoyorkinos nostálgicos y sensibles advierten […] Una ciudad de provincias con sus comercios sólidos y un poco anticuados.

Upper West Side
Upper West Side

… el puente  de George Washington

Tornillos y roscas de gran tamaño que he encontrado por el suelo, debajo del George Washington, que te dejan con la inquietud de si es posible que semejante obra de prodigiosa ingeniería pueda ir perdiendo con el paso del tiempo algunas de sus piezas sin que se venga abajo toda su formidable estructura.

George Washington Bridge
George Washington Bridge

… el Nueva York de los Lorca

Lorca en Nueva York
Lorca en Nueva York

Riverside Drive, cerca de Columbia, donde se hospedó y estudió (no mucho) García Lorca en  el año 29.

Conocí este parque hace once años, cuando vine a Nueva York con la intención de escribir un libro para jóvenes sobre Federico García Lorca, y visité esta calle, Riverside Drive, y este parque del Riverside, porque es aquí donde la familia Lorca vino a instalarse.

Ahí, en el Riverside Park, salía don Federico cada tarde a fumarse un puro dándole vueltas, una y otra y otra vez, a por qué se empeñó en que su hijo no emprendiera ese viaje a México que le hubiera salvado de la muerte.

… la ciudad parcheada

Tienen los neoyorkinos un afán ahorrativo que unas veces admiro y otras me inquieta: toda la ciudad está hecha de parches, parches que son consecuencia en ocasiones del poco gasto público pero en otras del poco gasto privado. Es mejor no pensar en el número de apaños, retoques, parches y chapuzas que sostienen la ciudad de Nueva York.

Nueva York será más Venecia que nunca en el siglo XXI, dedicada en cuerpo y alma a mantener su encanto para los turistas en contra del éxodo del tiempo.

The Catcher in the Rye… Salinger (que ambientó El guardián entre el centeno en NYC)

Salinger inauguró la era del descontento juvenil, le dio forma literaria a un discurso desestructurado y poco racional, sacralizó una desazón que responde más a cambios hormonales que a un verdadero inconformismo social.

Twain y Salinger son padres fundadores de la literatura americana moderna, y por tanto, padres nuestros también.

Faulkner habló e iluminó a Salinger.

… los escritores de Brooklyn

Esa zona encantadora de Prospect Park en la que el New York Times asegura que se da la mayor concentración de escritores de todos los Estados Unidos.

Prospect Park, Brooklyn
Prospect Park, Brooklyn

… las madres de Brooklyn

En la zona de Prospect Park, en Brooklyn, las madres constituyen un lobby amenazante, inspiradas por un espíritu castrense de entrega a la crianza y convencidas de que la maternidad ha sido inventada por ellas.

… el East River

Mi amiga Anne Caggiano, natural de Orlando, me contaba el terror que experimentó el día en que, viajando en metro de Manhattan a Brooklyn (obviamente debajo del agua), el tren se quedó parado porque, según el conductor informó por los altavoces, una parte del túnel se estaba inundando.

El embarcadero y el East River, Manhattan al fondo
El embarcadero y el East River, Manhattan al fondo

… la gastronomía

Esta importancia desmedida a la novedad en la cocina se está cargando lugares que además del confit de pato, foie o sopa de cebolla, ofrecían sillones mullidos y rincones tranquilos para charlar.

Los restaurantes orientales llevan asentados en las ciudades americanas tanto tiempo como para que los viejos de hoy recuerden haber comido desde la infancia comida india, china o japonesa.

Algo que hace de los platos exóticos algo realmente casero es que cada noche, de cada uno de esos restaurantes orientales de barrio, sale un repartidor para llevar la cena a muchas casas. Las escaleras de los edificios de Nueva York, a partir de las cinco de la tarde, si no antes, huelen a glutamato y a soja, a curry, a bovril, a salsas agridulces.

Anthropologie… el diseño de un país en el que «todo es grande»

La esencia del diseño americano siempre es rústica, campestre, como la  poesía que con tanta frecuencia celebra la naturaleza […] Todo está hecho para ser usado, usado y usado muchas veces.

Hay tiendas en las qué más que comprar te gustaría vivir. Fishs Eddy es una de ellas o Anthropologie.

El furor por el vintage fue más un invento de la gente joven de esta ciudad que de las revistas de moda.

… los enteradillos

Nueva York es una mina para los enterados, para los enteradillos [afán colectivo por estar a la última].

Esta es una ciudad obsesionada con las filas y con las listas de éxitos.

… los parecidos poco razonables

Un camarero rompió el misterio preguntándome si es verdad que yo era una Kennedy. Dijo que mi mandíbula no engañaba.

Moratalaz

En cuanto me familiarizo con un barrio periférico se me convierte en Moratalaz y Justice Avenue se transformó en Moratalaz en el momento en que mis ojos se acostumbraron a él.

Es mi alma de adolescente periférica de la gran ciudad la que provoca que los comentarios despectivos hacia los lugares con menos encanto me subleven.

Mi especialidad son los barrios feúchos, algo que debe de estar provocado por una fidelidad indestructible al barrio de mi adolescencia.

… un poco de psicología

Enfriar el cerebro es la definición científica de echar una cabezada.

Los ataques contra alguien nunca son abstractos, siempre hieren personalmente.

Más vale no sufrir por aquello que no se puede cambiar.

… la necesidad de visitar Harlem de los españoles que van a Nueva York

Recuerdo a nuestro amigo el hispanista Bill Scherzer comentar con ironía el empeño que tenían los españoles en visitar Harlem […] ¿Cuántos de nosotros hacemos una excursión por placer o curiosidad a las periferias de nuestras ciudades? […] Ese Harlem, si alguna vez existió tal y como nosotros lo imaginábamos, ya no existe […] Cuando tiene verdadera bulla es porque se trata de una zona ruidosa dominada por puertorriqueños o dominicanos.

… y de ir de compras

Los visitantes suelen lanzarse a comprar como si estuvieran dando rienda suelta a sus últimos deseos.

 … y un final entrañable

 Cuando me asalta la duda de si quiero o no vivir entre dos ciudades, procuro pensar que donde está él está mi casa. No siempre me consuela. Y sé que es una afirmación incongruente en unas páginas en las que pretendo rendir homenaje a esta ciudad, pero no puedo terminar de otra manera, ésta es la pura verdad.

Junto con el libro, Elvira Lindo lanzó un tumblr maravilloso sobre Nueva York.

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