Lo que recordaré de Noto es el sol de primavera sobre sus iglesias y palazzos dorados. El casco antiguo, recién rehabilitado, es de postal.
Entré en el que parece ser el palazzo más gatopardiano visitable, el Villadorata. Las puertas se van abriendo y una sala da acceso a otra sala, y otra, y otra, todas revestidas de telas de cenefas color pastel. Desde sus balcones hay una excepcional vista de la Piazza del Duomo y de los tejados del viejo Noto, que también se pueden fotografiar desde la azotea de la Chiesa di Santa Chiara tras escalar una vertiginosa escalera en espiral; hay que procurar ser un poco ruidoso para que nadie baje cuando tú estás subiendo, ¡sería muy comprometido!
La fama de los helados y granitas de Noto me condujo a Corrado Constanzo. El helado de pistacho estaba exquisito, pero el granizado de mandorla estaba tan dulzón como los pasteles de almendra que tomé en Taormina. Dos cucharadas y adiós.
Ortigia (Siracusa), 21 de abril de 2011
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