Última noche en Kyoto. Este día no ha sido tan agotador porque hemos pasado mucho rato en los trenes y a estas alturas viajar sentado es estar en la gloria.
El comienzo ha sido un fracaso. Desplazarte hasta Osaka para ver un castillo samurai y encontrarte una flamante reconstrucción con siete plantas de museo repletas de pantallas planas y vitrinas es frustrante. Siendo constructivos, mejor pensar que si no hubiéramos ido estaríamos lamentándolo, más que nada porque Osaka está a solo media hora de Kyoto.
Tras subir a pie siete plantas por una angosta escalera con una horda de turistas locales a velocidad de caracol por fin hemos alcanzado el mirador. Está al aire libre y da la vuelta completa a la torre, cual Empire State. A codazos te abres paso para tomar alguna foto de los rascacielos, luego bajas del castillo, te metes en el tren y adiós Osaka.
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